domingo, agosto 12, 2007

Homenaje al desastre educativo



Hoy, en la columna Imaginario colectivo que publica El Diario de Chihuahua, apareció este amplio comentario sobre el crimen (contra la economía familiar y el medio ambiente) que representa el regreso a clases.

Imaginario colectivo
Lección 1: Reventar la huella ecológica

Renata Chapa

El comentario editorial sobre las listas escolares podría estar de más. La crítica sobre ellas casi se escribe sola cuando se leen los torrentes de renglones con nombres y cantidades de materiales; títulos de libros; tallas, tipos y estilos de uniformes que deben ser adquiridos para el próximo ciclo 2007-2008. Es como si existiera una ley que marcara “a mayor gasto, más calidad educativa”. Millones de padres mexicanos, por enésima ocasión, están involucrados de nuevo en una dinámica desgastante, profundamente injusta, pero que hasta ahora nadie, ni con la PROFECO encima, puede paliar.
De una de las miles de listas que circulan en nuestro país, correspondiente al tercero de preescolar de una institución privada, son citados los siguientes contenidos: dos cuadernos engrapados de cincuenta hojas; tres cuadernos engrapados de cien hojas; ocho hojas de fomi; dos sacapuntas de plástico; cinco lápices de chequeo rojo con goma; doscientas hojas de papel duplicador tamaño carta; quinientas hojas tamaño oficio: cien hojas de papel bond de colores tamaño carta; diez lápices triangulares; tres lápices adhesivos; 48 crayones; 48 lápices de colores; dos lápices de cera; un frasco de pintura líquida; un frasco de pegamento líquido. La lista sigue y sigue. Remata con la siguiente indicación “Durante la primera semana (el alumno) deberá entregar $300 (trescientos pesos) en la dirección de Jardín de Niños, mismos que serán destinados a la adquisición de material didáctico”. Es decir, además de la lista de artículos de papelería solicitados también deben ser pagados trescientos pesos para ¡material didáctico! En total, la suma es de 1085.30 pesos.
Ahora siguen los libros. Son ocho los que hay que adquirir y que se unen a los de “texto” (por cierto, vaya de nuevo un análisis de la redundancia que existe en la denominación “libro de texto”, ¿o es que libro y texto, para la SEP, son vocablos con definiciones distintas?). Por ellos, el pago es de $1084.37 que, sumados a los $1085.30 anteriores, dan como resultado $2169.67. A esta cantidad hay que agregar lo que resulte de la compra de materiales para cumplir con una indicación más: “Los libros deberán estar forrados con plástico transparente, con su nombre al frente y los cuadernos con lustrina blanca y plástico transparente y el logotipo del colegio al centro (lo puede conseguir en el departamento de control escolar)”. Traducción: aproximadamente entre quince y veinte metros de hule e igual número de pliegos de papel lustrina, un rollo de cinta adhesiva, 20 logotipos adheribles y, aunque no aparecen en la lista, las etiquetas o tarjetas adheribles con los datos de identificación del estudiante. Total: alrededor de 300 pesos.
Después, en una segunda hoja grapada, aparece lo correspondiente a los uniformes de diario, los de deportes, los de invierno y, en caso de que el alumno formara parte de algún grupo extraescolar (también aquí es necesario el análisis del significado de la “extraescolaridad” que incluye a talleres como, por ejemplo, el de “coro”; ver http://www.eldiariodechihuahua.com/notas.php?IDNOTA=63195, Chapa, Renata, “Artísticas, no”). En la lista que ofrece la escuela no se especifican precios: es necesario acudir a sus oficinas para conocer montos. Una vez ahí, viene el horror. La suma es por 3100 pesos correspondientes al guardarropa que se vende en la institución con los precios establecidos por ella misma, es decir, bajo los parámetros de autorregulación y autoadministración propios, discrecionales y autoritarios. Para adquirir las calcetas, zapatos y tenis hay que sumar más traslados a una u otras tiendas donde la cifra a pagar va de los cuatrocientos a seiscientos pesos, según marcas y estilos.
En esa misma segunda cuartilla de la lista de útiles, “sin decir agua va”, aparece un listado más de otros artículos didácticos. Dice así: una caja de fichas de póquer color rojo; cinco popotes; un metro de corcho; una tela magitel; un mantel individual de plástico; una caja de zapatos forrada de blanco; un mandil de cuadro azul marino con blanco de plástico; una pintura textil color rojo; un metro de tela yute color anaranjado; una bolsa de estrellitas doradas; una caja de broches latonados; un metro de papel corrugado color rojo; diez limpiapipas; quince botones de colores; un pliego de caple: dos latas de leche vacías; un rollo de estambre; una bolsita de diamantina color roja; un metro de imán; un sobre amarillo tamaño carta; un CD con caja; 2.5 mts. de contact; un pandero; una peluca, un cepillo de dientes y, como remate, una petición más con una curiosa aclaración: dos revistas (Vanidades, Buen Hogar, etc. NO ESPECTÁCULOS). Misterioso criterio de selección el de la escuela. El total de esta otra tanda: de trescientos a cuatrocientos pesos, aproximadamente.
A la suma de lo ya enumerado, además, no es posible prescindir de la gasolina que implican los trayectos de una papelería a otras, de una librería a otras, de una tienda a otras. Tampoco es inútil considerar el tiempo invertido en las largas y estresantes filas donde hay que esperar a veces hasta por horas y saber si se encuentra en existencia todo lo solicitado en este “rally” del regreso a clases porque, como dice en nota aparte de la lista que ahora sirve de ejemplo, con ese tono inquisidor característico del ejercicio magisterial y en severas mayúsculas, “NOTA: SÓLO SE RECIBIRÁ EL MATERIAL COMPLETO”. Hasta aquí, el caso de una sola lista de una escuela particular estándar. Ni siquiera es de las más costosas. Además, es una sola lista. Las peticiones duplican, triplican o cuadriplican (además de su sofisticación) según el según el número de hijos en edad escolar.
Qué filosofía hay detrás de todo este movimiento monumental de capitales y recursos. Cuál es la imagen que transmite una organización cualquiera al promover explícita e implícitamente despliegues ―el despilfarro― de tanta energía. Es éste, el de las listas de útiles escolares, un ejemplo cotidiano de apariencia inocua, pero que puede ser el punto de partida para no perder de vista que la deuda ecológica no sólo compete a las naciones, a territorios macro, a “los países industrializados del Norte con el Tercer Mundo por la explotación del petróleo, recursos minerales, bosques, biodiversidad, espacio marino y por el uso desproporcionado e ilegítimo de la atmósfera y de los océanos para desechar basura, incluyendo los gases de invernadero (http://www.worldrevolution.org/guidepage/ecologicaldebt/intro)”. La deuda ecológica está cargada a la cuenta social que cada ciudadano incrementa o disminuye día a día. Las decisiones que toma de manera individual sí tienen un impacto directo en su radio de acción. Sí son contantes. El daño es provocado de uno a uno y, así, de manera colectiva.
El cuestionamiento comienza en quienes obligan el abasto de semejantes listas de útiles, sigue con quienes promueven la venta irracional de materiales y continúa con quienes, sin más, con o sin conciencia ecológica, la “deben” surtir. Es patético que el currículum oculto de una escuela promueva que crear, fomentar y defender una postura proecológica ―en el amplio sentido que la palabra convoca― sea inútil o, por lo menos, un tema que sólo sirve para ser evaluado en el examen parcial de ciencias naturales o para crear campañas superfluas con las que la institución justifica que sí “hizo algo para salvar al planeta”.
Un sencillo ejercicio puede ser de gran ayuda. Consiste en reflexionar en la pregunta “¿Se ha llegado a preguntar cuánta naturaleza necesita usted para proveer su estilo de vida?” (¿cuánta naturaleza necesita usted para surtir su lista de artículos y uniformes escolares?). Este cuestionamiento lo lanzan de manera textual organismos como Earth Day y Redifining Process y sirve para calcular lo que ellos denominan “Huella Ecológica”, un instrumento que “documenta el consumo y la producción de desechos expresados en el área biológicamente productiva y el espacio marino necesarios para mantener dicha población. Los resultados apoyan los cálculos específicos de recursos, y reúnen los efectos compuestos del déficit de recursos”.
En el sitio virtual donde es posible calcular la “Huella Ecológica” personal puede estimarse “cuánto terreno y espacio marino es necesario para generar todo lo que (usted) está consumiendo y botando a la basura”. El proceso solicita que sean respondidas quince preguntas clasificadas en las categorías “Huellas de la alimentación”, “Huella de los bienes”, Huella de la vivienda“, “Huella de la movilidad”. Al final, el programa calcula la huella ecológica del usuario y le informa algo más o menos así: “Si todos los habitantes del mundo vivieran como usted, necesitaríamos 2.1 planetas”. Cuántos planetas se requieren para comprar y desechar la cantidad de artículos de papelería y/o mercerías, libros y uniformes que son exigidos para ir a la escuela.
Las lecciones que imparten las instituciones educativas no comienzan el primer día de clases o concluyen con la sesión de despedida. Constantemente envían mensajes que, según su estatus, son percibidas como un ejemplo a seguir. Tal y como fue manifestado hace un año en este mismo espacio, ¿cuándo aparecerá en México la institución que tenga como objetivo primordial la consecución de una educación de calidad sin que esto implique una cuantiosa e irracional erogación de recursos? Quizá sea necesario que, así como existen programas que evalúan los estándares de calidad de una empresa y se detienen en la manera en que ésta logra ser socialmente responsable, también sería un gran logro que las escuelas se sometieran a una evaluación interna y externa para ser calificadas por la manera en que, como organizaciones, logran la excelencia académica a través de un proceso educativo integral y sostenible.

centrosimago@yahoo.com.mx

Por el debate sostenido durante días, en la virtualidad, con motivo del las principales premisas manejadas en “Lágrimas y pobres” van las gracias y mi respeto para el ingeniero Leonardo Montoya.
Para el maestro Pedro Carreón, por tener a este “Imaginario” presente en el suyo.
A Uriel Valdés Perezgasga, compañero del amable, brillante y oportuno comentario.