El chapulinismo no es privativo de la miserabilidad política
mexicana, sino un fenómeno extendido por todo el globo. Es una conducta que
revela, sí o sí, pragmatismo: alguien ve cerradas sus oportunidades en una
agrupación y cambia a otra que se las vuelve a abrir. Así de simple. Lo óptimo,
por supuesto, sería mantener intacta la virginidad ideológica, pero la realidad
no opera con lo óptimo, sino con lo posible, con lo que hay. ¿Y qué hay por acá?
Pues políticos que han encontrado un modus
vivendi en esta actividad, y normal es que así sea, pero que lamentablemente
ponen por debajo sus principios, en el hipotético de que los tengan o los hayan
tenido, cuando se trata de conservar el mencionado modus. Es decir, no se resignan a perderlo ni cuando lo han
perdido, por eso son capaces de hacer virajes de un extremo a otro del espectro
político, enfundarse en chalecos que les son diametralmente ajenos.
Es de sabios cambiar de etcétera, dice el archimanido lugar
común. Bien, es de sabios hacer eso, pero no terminar en renuncias que parecen transfuguismo.
Si la posmodernidad trajo consigo una profunda distensión a la hora de asumir la
ideología propia, no es menos cierto que sigue siendo meritoria una mínima base
de pensamiento para identificar aliados y rivales. ¿Gabriela Cuevas abrazará
las ideas de Morena? Si así será, ¿en qué medida? ¿O es sólo una pirueta de
saltimbanqui para no perder su soporte de manutención? Sólo ella sabe qué hará
exactamente, aunque es casi obvio que no braceará en esas aguas por afinidad
ideológica sino por mero interés personal.
Dado el saltadero impúdico de personajes que sin empacho
cambian de bandería como si se tratara de calzones, muchos han querido adivinar
hacia atrás: ¿qué pensaría Gómez Morín si viera esto? ¿O qué pensaría Heberto
Castillo? Son otros tiempos, claro, y por eso es fácil saber hoy, porque
conocemos el pasado de aquellos hombres y, sobre todo, el espíritu de su época,
qué les hubieran parecido las machincuepas contranatura que estamos viendo
ahora. Al relajarse todo, también la ideología pasó a ser como el rastrillo: úsese
y tírese.
El más visible receptor de “adhesiones” en las semanas que
corren ha sido AMLO. Muchos critican que su movimiento abra las puertas sin
mirar demasiado a los recién venidos, pero ya en sus otras candidaturas fue muy
criticado por cerrarlas. A estas alturas es muy difícil saber si la táctica le
funcionará o todo será carne de anecdotario. Lo veremos luego.