miércoles, enero 25, 2017

Posmoderno Nerón











La palabra “guarura”, dicen, es de origen tarahumara; si esto es verdad, es posible que se trate del tarahumarismo más usado en todo nuestro país. Los mexicanos la empleamos, ya se sabe, para designar coloquialmente al escolta de algún poderoso chico, mediano, grande o extragrande (XXL), como es el caso de Donald Trump, quien el viernes de su toma de posesión caminó algunas cuadras de Washington junto a Melania, su mujer, y buena parte de su familia. Por supuesto que no lo hizo solo, sino acompañado por una cantidad más o menos nutrida de bien nutridos guaruras seguramente entrenados a la usanza de Rambo.
Uno de ellos, de garbardina negra y pelón para más señas, seguía a la pareja presidencial a no más de tres metros de distancia. Nada raro sería esto si no fuera porque en los videos de YouTube se ve al mentado sujeto con las manos permanentemente fijas, inmóviles. El tipo camina despacio, lleva los codos doblados, las manos a la altura de la barriga y estáticas, fijas como las de un maniquí. La especulación de quienes comentaron esa curiosidad se inclina hacia lo obvio: el guarura trae las manos reales debajo de la gabardina, la palma en la cacha, el índice en el gatillo, todo listo para sacar el arma en caso de emergencia.
Nunca había visto algo así. Más: ni siquiera se me hubiera ocurrido. Tampoco se me hubiera ocurrido, hace varios meses, que algún día fuera a escuchar un discurso imperialista tan sincero como el enunciado por DT. Lo oí con asco durante la noche del viernes 20, pero ahora que he vuelto a revisarlo no doy crédito a la desfachatez del sujeto que ahora gobierna los EUA.
Ya muchos analistas le han hincado el diente, pero, unos días después de pronunciado, no debemos dejar de enfatizar que su contenido desborda hasta las más elementales buenas maneras del trato que en política debe darse.
Trump habló de recuperar empleos, fábricas, fronteras y demás para los EUA, lo que devolverá la prosperidad “al pueblo”, su pueblo. Eso, sin embargo, lo dice hasta el alcalde de Cuencamé en su toma de posesión. Lo que rebasa todo pudor, y en el colmo del gringocentrismo, es una frase dicha al inicio de su alocución: “Juntos definiremos el rumbo de Estados Unidos y del mundo en los años que vendrán”. Ahora no sé pues qué fue lo más asombroso: si las manos del guarura o esa frase del posmoderno Nerón.