miércoles, enero 11, 2017

En barrena




















“Se define barrena como pérdida prolongada, en la cual el avión cae en una posición de morro bajo describiendo una trayectoria helicoidal (como un sacacorchos) alrededor de su eje vertical. Esta situación también se conoce como autorrotación. Es una maniobra peligrosa si se hace a poca altura debido a la mayor o menor dificultad de salir de ella (dificultad que depende básicamente del tipo de avión y del ángulo de su eje longitudinal respecto al horizonte)”, expresado así, al modo de Wikipedia, el texto es algo complicado para quienes no nos movemos en el ámbito de la física o, más precisamente, de la aeronáutica. Lo que describe es la caída en picada de un avión, tal y como está cayendo nuestro país desde hace varios años.
Antes no advertíamos tanto este descenso porque, como lo observa la explicación técnica, el desplazamiento en caída libre es más peligroso en la medida en la que nos aproximamos al suelo. Hace algunos años ya avanzábamos en dirección al desastre, pero de una u otra forma sospechábamos que todavía había tiempo para reaccionar, para elevar la nave. Sin embargo, nada, absolutamente nada (ni con Salinas, ni con Zedillo, ni con Fox, ni con Calderón) indicaba que el destino de la nave fuera otro que el choque con el horizonte; hoy entonces, en los también pavorosos años de Enrique Peña Nieto, la certeza del impacto está cada vez más cerca.
Disculpen la metáfora aeroespacial, pero de momento no se me ocurre otra para imaginar la trayectoria del país. Está en caída libre y sin piloto en los comandos, si señales provenientes de la torre de control y además, por si fuera poco, amenazado por un gigantesco cazabombardero con matrícula norteamericana. Los pasajeros, por eso, estamos en vilo, viendo con vértigo que el relamido piloto nos tira choros tranquilizadores mientras sentimos el vértigo del desplome.
Sin dejar de señalarlo con incertidumbre, muchos analistas en medios de todos los pelajes apuntan, ahora sí, que queda poco margen de maniobra, que el país ya no está lejos del colapso y que por tanto es imperativo hacer algo. El problema es cómo dar ese viraje, cómo escapar de la coyuntura en la que nos han metido varios gobiernos hasta llegar, para colmo, a uno particular, apabullantemente inepto: el actual.