sábado, diciembre 03, 2016

Planes














El plan de Karla no era novedoso. De hecho me recordó una película de Pedro Infante, lo que muestra su pobre imaginación. Había terminado con su novio pero aún le tenía ley, como decían también en las películas de aquella época. Era mi amiga de la universidad, habíamos egresado juntos tres años antes, y claro, en el fondo siempre me latió la idea de ser algo más que su amigo, como reza la cumbia del Buki. Pero ella entró con novio a la carrera, siguió con novio y salió con novio, así que nunca me dejó margen de maniobra. Me resigné, aprendí a verla como si fuera una prima o algo parecido, aunque en el fondo de mis huesos siempre me mantuve alerta. Ella cortó y quería encelar a su ex. Me pidió salir, coincidir en los lugares públicos a los que el tipo asistía y dar la impresión de que ella y yo "andábamos quedando" (así dijo). Acepté por una sola razón: por imbécil. Karla conocía los movimientos de su ex, los logares que frecuentaba, así que allí nos apersonábamos para dejar volando la idea de que casi casi éramos lo que no éramos. Ella me tomaba de la mano en la mesa y reía teatralmente, como si le encantara mi conversación. Un día pisó el acelerador y me dio un beso leve, de esos que van hacia el cachete pero logran pellizcar una orillita de la boca. Algo en mí palpitó abajo, y puede ser que en ella también, no sé. Andábamos un poco bebidos de más, así que en el coche caímos en una especie de noviazgo sin actuación. A la manaña siguiente, sin embargo, todo seguía igual, y dos semanas después Karla volvió con su ex pese a que me confesó que aquello era más una rutina que otra cosa. El que no quedó bien fui yo, pues no me la sacaba de la mente. Ahora le pedí a una amiga que fingiera ser mi novia para aterrizar con falaz espontaneidad en los lugares que frecuentaba Karla. No sé, pequeña y lo que sea, una esperanza sí me dejó bien clavada el plan de Karla.