miércoles, noviembre 02, 2016

Ganchos













Mi boleto era de la fila D en la zona verde, un buen lugar para ver la pelea de campeonato. No el más caro, por supuesto, pero sí cercano al ring. Se enfrentarían Ismael Burrito Gómez contra Alberto Misil Aguirre por el fajín de peso gallo del Consejo. Yo no tenía favorito, pero me inclinaba levemente a favor de Gómez sólo porque en teoría era el más débil. El título estaba vacante y se pronosticaba una pelea de órdago. Despaché las preliminares sin mayor emoción, dándole con gusto a la cerveza. Así llegó el pleito estelar y con él Isabel a la primera fila. Isabel lucía espectacular, casi una artista. Traía una falda brillosa, como de oro, untada a su descomunal derrière. Pese a sus cuarenta y cinco se conservaba como si dios no quisiera maltratarla, un cromo. Puedo asegurar que incluso estaba mejor que antes, cuando fuimos novios. Ya desde entonces, a sus veintitantos, era ambiciosa. Jamás dejé de pensar que, de hecho, me cortó porque aspiraba a más, pero no pude probarlo porque poco tiempo después consiguió un trabajo fuera de la ciudad y le perdí el rastro. Pasados los años, un amigo común me dijo que Isabel había pegado el brinco del barrio al paraíso, pues se agenció un millonario, un cacique de Zacatecas. En teoría eso no debía dolerme, pero lo hizo. Muchos años pensé lo mismo cuando el recuerdo me la traía a la mente: la perdí por falta de plata. Pero yo no estaba muy seguro de que ella estaba bien, feliz y orgullosa de ser la propiedad de alguien, una cosa. Ella y su mono llegaron pues a la primera fila y de inmediato noté la pleitesía del acomodador y de otros personajes: el tipo era tan importante que se daba el lujo de llegar hasta la última pelea y le respetaban los asientos. Isabel, insisto, lucía como actriz en alfombra roja, y su dueño era un bigotón de pelo en pecho, esclava en la muñeca y Stetson negro. Sus conocidos lo saludaban con respeto y frente a Isabel bajaban la cabeza. Sentí impotente rabia. Cuando comenzó la pelea, vi que el tipo le iba al Burrito, y entonces, de manera natural, cambié mi preferencia, me incliné por el Misil. Fueron suficientes dos ganchos para que el Burrito liquidara, por KO efectivo en el tercer asalto, al bulto Aguirre. Hay tipos que siempre ganan todo. El bigotón era uno de ellos.