domingo, septiembre 27, 2015

Razones (posibles) de la campeonitis




















Tarde, pero va también aquí mi texto de esta semana para la web de ESPN.

El fenómeno conocido en el futbol mexicano como “campeonitis” tiene ese nombre de burlona enfermedad porque en efecto los campeones suelen padecer una suerte de caída estrepitosa. Luego de triunfar, luego de hacerse de la copa, comienzan la siguiente temporada como sonámbulos, como víctimas de una especie de resaca después de la borrachera festiva. Ni siquiera es necesario el paso de mucho tiempo entre la consecución del campeonato y los primeros traspiés de la siguiente temporada: un mes o un mes y medio después, el monarca de una temporada es casi (o sin casi) el hazmerreír en la siguiente, y eso es un misterio que ninguna ciencia ha podido resolver.
El caso más fresco de campeonitis —y aguda— es el de Santos Laguna. Aunque aterrizó un poco de milagro en la liguilla, todos vimos cómo cerró la temporada anterior: llegó en octavo, o sea en último, y poco a poco fue mejorando su desempeño dentro de la cancha. Pasó encima de todos sus rivales, y dio dos partidos en los que sin duda pareció una máquina destructiva: el que ganó a Guadalajara en el Omnilife (donde el Avión Calderón anotó un golazo de larga distancia) y el de ida en la final contra Querétaro, aquel partido de ensueño para el Chuletita Orozco. Por una razón extraña, Santos fue un buen equipo en el cierre de la temporada anterior y eso le bastó para conseguir una estrella más para su escudo.
Luego del festejo, del sorpresivo festejo, pues nadie daba nada por Santos Laguna al inicio de la liguilla, vino el descanso y la Copa América en Chile. En México los equipos se rearmaron y como siempre hirvieron las especulaciones. Tigres hizo una contratación brutal, América trajo a Ambriz, Cruz Azul en el mismo blablablá de siempre, Monterrey estaba a punto de inaugurar su nuevo estadio, y así todos los equipos. Santos no tuvo contrataciones de tronido y todo parecía marchar bien con la continuidad de Pedro Caixinha en el timón. El torneo comenzó y el equipo de La Laguna tuvo su primer tropiezo contra León. Luego dos derrotas más, un triunfo apretado contra Gallos Blancos y en la quinta jornada la debacle contra el América que marcó tres derrotas seguidas en casa y la salida un tanto intempestiva, por razones que jamás quedaron muy claras, del portugués Caixinha. La llegada de Pako Ayestarán, hace tres fechas, no ha significado un vuelco en la pésima racha del campeón, racha que impresiona más si vemos el récord de Santos en casa: cinco derrotas consecutivas, para la historia.
La pregunta que cabe en esta circunstancia, más allá de la coyuntura santista, es la siguiente: ¿por qué los campeones en México suelen comenzar mediocremente, y a veces hasta menos que eso, el torneo siguiente? Es decir, por qué se da la campeonitis que hoy es, en el Santos Laguna, más que evidente. Tengo tres respuestas, pero no creo que deben verse aisladamente, sino combinadas: la campeonitis es un coctel de factores en los que de seguro pesa todo esto en diferentes grados:
Los campeones siempre piden más. Sospecho que tras quedar campeones, los jugadores de cualquier equipo se autocotizan más alto. Puede ser que tengan ya un ingreso firmado, y ganen lo ya establecido, pero en la mentalidad gravita el triunfo como algo que los pone, al menos ilusoriamente, por encima del sueldo ya determinado. En otras palabras, un jugador que es campeón y gana lo mismo no se siente conforme aunque ya tenga un buen sueldo, mucho menos uno que es campeón y debe renovar contrato, lo que muchas veces fuerza su salida. Esto incluye a los entrenadores.
La relajación luego del éxito. Este segundo factor es común luego de los grandes esfuerzos (ganar un campeonato demanda esos grandes esfuerzos) y la obtención de logros. Viene un rebote de distensión que abre las puertas a la vulnerabilidad.
El rival hace lo suyo. Puede ser un factor menor, pero importa. Los equipos rivales le juegan con mayor intensidad al campeón, lo desafían de otra manera y con frecuencia lo humillan.
Sean o no sean estas las razones de la campeonitis, es obvio que alguna debe haber. De otra manera cómo explicar el desastre de ver a ciertos equipos en la gloria y unas semanas después, como si fuera normal, haciendo el papelón.