sábado, agosto 15, 2015

Al ciudadano en la basura
















Por un encargo me clavé dos días en escuchar y leer a Alejandro Dolina. Sus entrevistas en radio y televisión, como lo he dicho desde que lo conocí, nunca tienen pierde y ofrecen la posibilidad de repensar lo común y lo corriente desde ángulos inhabituales. Esa capacidad para enfocar ideas de manera diferente y, claro, su elegante estilo oral son las virtudes que lo han convertido en un icono mediático argentino.
Al oír, digo, una de sus conversaciones televisivas espigó esta idea: “Por primera vez asistimos a un episodio en donde el poder político es uno y el poder económico es otro. (…) el poder económico está en un lugar y el poder político está en otro, y eso es la primera vez que ocurre en todos estos años”.
Dolina se refiere al hecho cierto de que la Argentina padeció durante décadas la pesada y estrecha vinculación entre poder político y poder económico. El menemismo, que fue en los noventa un equivalente igual de atroz para los argentinos como el salinismo para nosotros, es la prueba más reciente que se puede exhibir sobre la gravitación del poder económico en las decisiones propias, se supone, de la esfera política.
A partir de 2003, tras la inesperada llegada de Néstor Kirchner, la Argentina experimentó una serie de cambios que encaminó medidas dirigidas en sentido contrario a las prevalecientes en el modelo neoliberal. En el plano económico fue configurado un proyecto con carácter marcadamente nacionalista, una mejor distribución, la recuperación de YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales, digamos que su Pemex), de Aerolíneas Argentinas; además se dio la llamada Asignación Universal por Hijo y una mayor atención al asunto de las jubilaciones; sumado a lo anterior, se diseñó una nueva Ley de Medios y por fin fueron castigados los crímenes de lesa humanidad perpetrados durante la dictadura militar.
Lo anterior y mucho más erizó los pelos del poder económico que, gracias al instrumento de choque representado por los medios hegemónicos, no ha dejado un día de golpear al kirchnerismo incluso con tufos destituyentes.
La diferencia con respecto de México es impresionante por una razón: porque aquí, desde hace ya no sé cuántos años, el poder político es apenas una expresión, la cara visible, del poder económico que manda. Por eso vamos para atrás, es decir, eliminando conquistas laborales, mermando el salario mínimo, desmantelando el Seguro Social, vapuleando las pensiones, vendiendo nuestra industria petrolera, tirando, en suma, al ciudadano en la basura.