Los
caminos de la lectura son inescrutables. Leer, el maravilloso acto de descifrar
signos sobre el papel o el monitor, no se agota hoy en estos dos soportes.
Desde hace algunos años, quizá cerca de cincuenta, la literatura halló en las
grabaciones de audio un mecanismo distinto para acercarse al entendimiento y el
corazón de las personas. Recuerdo sobre todo las cintas magnetofónicas con las
que pudimos captar el tono, la respiración y la cadencia de algunos autores hoy
consagrados. Oír a Neruda diciendo sus poemas, a Rulfo leyendo sus cuentos, a
Cortázar y su erre afrancesada recorriendo sus historias, a Sabines expresando
sus versos, al avejentado Borges elevándonos con su palabra temblorosa y
genial. Sí, gracias a las grabaciones de literatura tuvimos acceso a un mundo
distinto: a la viva voz de los escritores, y hasta la fecha no conozco a
alguien que reniegue contra ellas.
Poco
después, sospecho que en los ochenta, comenzaron a cundir los audiolibros.
Recuerdo haber leído varias opiniones sobre esta nueva posibilidad de la
difusión de la literatura. Tuvo detractores, críticos que señalaban la fatuidad de
este soporte. Creo que el defecto no lo tenían en sí las grabaciones, sino la
publicidad que las propuso como sustitutos de la lectura. Los anuncios
insinuaban, por ejemplo, que si uno escuchaba un audiolibro de Viaje al fondo del mar, se podía obviar
tranquilamente la lectura de esa novela. Eso provocó, como era previsible, la
ira de los bibliófilos, que de inmediato levantaron la guardia para oponerse al
audiolibro.
Hoy,
pasados los años y ya con todo el mundo organizado alrededor de la
audiovisualidad digital, creo que debemos cambiar el enfoque y abrir cancha al
audiolibro no como un rival del libro y la literatura, sino como un detonante
de la curiosidad y un formidable complemento, y en algunos casos sustituto, de
lectura. Oponerse al audiolibro con los argumentos de hace treinta años es, me
parece, necio, y equivale a despreciar las versiones fílmicas de cientos de
obras primeramente literarias.
Así
como el cine se apropia, recrea, reinterpreta grandes obras y lo celebramos, el
universo tecnológico de lo auditivo tiene todo el derecho de apropiarse,
recrear y reinterpretar grandes obras. El problema no es el soporte, insisto,
sino la selección de las obras y la calidad de las adaptaciones. Si los
audiolibros se aproximan a la literatura clásica sobre todo infantil, si hay un
trabajo meticuloso de acoplamiento en las voces, la música y la condensación,
entonces estaremos en presencia de productos que despliegan beneficios tanto al
público en plenitud de facultades como, principalmente, a los niños en proceso
de formación, a los adultos no asiduos a la lectura y a otros posibles usuarios
en desventaja física o cultural.
Una
prueba de la excelencia que es posible alcanzar en estas producciones la
encontramos al alcance de nuestra lagunera mano: los cinco discos compactos
producidos cabalmente por Carlos Acosta Rodríguez. Se trata de la adaptación al
formato de audiolibro (en inglés y en español) de la novela Corazón, del liguriano Edmundo de
Amicis. Clásico de la literatura infantil, esta obra de ficción vestida con el
atuendo de un diario (como La tregua,
de Benedetti) es recreada con esplendidez que deja atónita la sensibilidad de
quien la escuche.
El
esfuerzo de Carlos Acosta para producir el audiolibro de Corazón es una prueba fehaciente, incontestable, del poder de la
literatura. Gracias a que en su infancia leyó y fue conmovido por el diario del
pequeño Enrique salido de la imaginación de Edmundo de Amicis, sentía que allí
había una deuda que sólo podía ser pagada con un homenaje mayúsculo. Durante
años, Acosta se empeñó en un objetivo: hacer que Corazón tuviera una elevada versión en audio. Reunió un equipo de
colaboradores que ayudaron en las voces, la creación de la música, la grabación
y el diseño, y puso su producto en los más exigentes anaqueles del mercado.
Vaya tarea titánica, inexplicable sin un impulso emocional originario, el que
despertó en Carlos la personalidad de una novela decimonónica cuyo mensaje
sigue siendo emotivo y poderoso.
Es
de veras placentero escuchar cada cuadro (o “día” o “cuento mensual”) en la voz
grata y matizada de nuestro paisano Raúl Adalid, quien al leer los pasajes de Corazón dio una muestra de pluralidad de
registros vocales. Yo escogí, para oír aquí, el día de la presentación, “La
biblioteca de Estardo”, que me encanta porque siempre anhelé una biblioteca similar
y sólo pude edificarla al bordear la primera etapa de mi vida adulta.
El
trabajo de Carlos Acosta Rodríguez confirma muchas cosas. Como ya dije, el
poder de la literatura, la fuerza que puede contener una obra que nos enaltece
y nos motiva a mejorarnos y a mejorar el entorno en el que vivimos. También
confirma que La Laguna tiene ya trabajadores de la comunicación que pueden
competir lealmente con los mejores del mundo. Y por último, confirma que el
formato de audiolibro, bien cuidado, puede ser un instrumento significativo
para llevarnos hacia el libro de papel.
Mi
felicitación a Carlos y mi orgullo por su tremendo Corazón.
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Lagunera, 3, octubre y 2013
Texto leído en la presentación del audiolibro Corazón, diario de un niño, producido por Carlos Acosta Rodríguez. Se celebró el 3 de octubre de 2013 en el Museo Regional de La Laguna. El audiolibro está a la venta en las librerías Gandhi o directamente en la dirección electrónica carlostrc@yahoo.com