miércoles, octubre 01, 2014

Visiones de nuestro policial




















En los tres años precedentes recibí sendas invitaciones a la Conferencia Internacional de Literatura Detectivesca en Español (CILDE) organizada por la Texas Tech University sita en Lubbock, Texas. Mi visa se venció en 2008 y no he podido/querido renovarla, así que en aquellas ocasiones me quedé con las ganas. Este año, sin embargo, Gerardo García Muñoz, mi enlace con la CILDE, me informó que la cuarta edición se celebraría en coordinación con la UNAM, y ahora sí asistí. Fue una experiencia sumamente grata, pues tuve la oportunidad de escuchar y conversar con colegas interesados en la vertiente narrativa de lo policial, un área de nuestra literatura que en los años recientes ha producido obras de altísimo calibre.
Luego de años y años en los que la narrativa policiaca fue confinada en el gueto de lo comercial debido sobre todo al facilismo de sus tramas y al esquematismo de sus personajes, muchos escritores la usan ahora para expresar la complejidad de nuestras sociedades, y ya no como divertimento asequible a bajo precio en puestos, o kioscos, de revistas. El invento de Poe tuvo que pasar en América Latina por un sinnúmero de prejuicios hasta llegar, pues, a cultores como Leonardo Padura, Élmer Mendoza, Juan Sasturain o el mismo Vargas Llosa, artistas que sin renunciar a los guiños de lo policial han convertido sus relatos (por los personajes, por las estructuras, por los estilos, por el tratamiento de lo político) en obras que no le piden nada a las historias no detectivescas.
El prejuicio contra lo policial no existe entonces en autores y críticos que, al contrario, ven en esta modalidad narrativa una veta casi inagotable de tramas y personajes y, por ello, la consideran uno de los mejores espejos de la realidad en la que nos movemos. Y no puede ser de otra manera: si nuestra realidad es azotada por plagas como la corrupción, la impunidad, la opacidad administrativa, la violencia, la inequidad y sus respectivos etcéteras, todos delincuenciales, el registro de ese universo pesadillesco no tiene mejores moldes que el cuento y la novela policiales.
Por eso el gusto que tuve al conversar con Rodrigo Pereyra y Jorge Zamora, los organizadores de la TTU de Lubbock, y con todos los participantes. Por ejemplo, con la maestra Yolanda Bache, de la UNAM, quien describió la novela El México de Egerton, escrita con tintes policiacos por Mario Moya Palencia. También, el acercamiento al género en Perú con “Violencia política, denuncia social e identidad nacional en la obra de Santiago Roncagliolo, Abril rojo”, por Roberto Fuertes (Midwestern State University), o la brillante exposiciónMasculinidades en competición: la violencia, la consecuencia y los cambios de hegemonía representados en Un asesino solitario y Balas de plata de Élmer Mendoza”, del académico David Hancock (University South Carolina). También, “Una revisión esquizofrénica de cuatro narconovelas mexicanas contemporáneas”, por Gerardo Castillo (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla), y José Salvador Ruiz (Imperial Valley College) y Filemón Zamora (Sul Ross State University), respectivamente, con “Baja criminal: una revisión de la literatura negra y policial reciente de Baja California” y No me da miedo morir de Guillermo Muro, ¿un nuevo tipo de novela de la frontera?”. Para cerrar, Gerardo García (Prairie View A&M University) habló sobre “Adolfo Pérez Zelaschi y la doble faz del cuento policial argentino” y Jelena Mihailovic (The City University of New York) de “Pasados presentes y crímenes sugestivos: reconstrucción de la memoria en la novela policial argentina de los últimos años”. Como maestro de la Ibero Torreón, compartí un comentario titulado “Violencia y vulnerabilidad en Teoría del desamparo, novela de Orlando Van Bredam”.
No creo exagerar, y por eso mi interés en lo policial, si digo que la literatura de este corte (y sus derivados) goza de excelente salud en América Latina, de ahí la importancia de no perderle la huella y seguir, hasta donde sea posible, explorándola.