martes, febrero 19, 2013

Últimas palabras












Me acaban de contar esta anécdota. Vayan ustedes a saber si el hecho ocurrió o no. Es lo de menos, como podrán notar, pues falsa o verdadera pinta de maravilla lo que seguimos siendo.
Durante la revolución mexicana, van a fusilar a un hombre. Ya amarrado de las manos y de espalda al paredón, el sujeto espera, sin inmutarse, la descarga. Un tipo, el encargado de la ejecución, se le acerca y le pregunta.
—¿Quiere decir sus últimas palabras?
—No tengo últimas palabras.
El hombre se encoge de hombros y se da la vuelta, de nuevo rumbo al pelotón. En eso, el sujeto que será ajusticiado lo vuelve a llamar.
—Espéreme, sí tengo últimas palabras.
Ya de regreso, el tipo le exige, socarrón.
—¿Ah sí?, ¡dígalas pues!
Sin tomar aire, mirando a los fusileros, no sin altanería y con la barbilla en alto, grita.
—¡Sólo quiero decir que todos ustedes chinguen a su madre!