sábado, enero 12, 2013

Retorno de Eréndira



















Siempre me alcanzan ciertas frases leídas hace añales. Algunas son recurrentes, vuelven a propósito de lo que sea, como los versos de la “Suave Patria” o varias afirmaciones sentenciosas del Quijote. Igual me reaparecen Rulfo, Carpentier, Quevedo,  Neruda, Reyes, no se diga Borges y algún otro. En todos los casos me refiero a esas frases que parecen haber nacido para ser inmortales, pues contienen una fuerza indescriptible, algo que las convierte en proyectiles fulminantes. De García Márquez siempre me regresa la seca y terrible frase de la abuela que condena a la cándida Eréndira luego del descuido que derivó en el incendio de la casa
“—Mi pobre niña —suspiró—. No te alcanzará la vida para pagarme este percance”.
Todo lo malo está allí, en ese puñado de palabras aplicable a tantas desdichas individuales y colectivas, a tantas condenas injustas, increíbles y tristes.