jueves, noviembre 22, 2012

Ángeles para el asombro*




















Hace año y medio, poco más o poco menos, me topé en el Paseo de la Reforma, la principal avenida del país, con los ángeles de Jorge Marín.  Andaba, como siempre que voy al DF, de prisa, no recuerdo con qué pendientes en la cabeza y con qué apuro en los pies. Caminé el tramo de los ángeles y recuerdo bien lo que pensé en aquel momento. Ocurrió lo que paso a describir.
En general, si aceptamos que el arte es el arte de producir asombro por medio de la belleza, la obra de Marín, sin duda, lo logra. Basta ver las fotos de sus esculturas para advertir que su mano y su imaginación están, sin regateo, al servicio del arte. 
Ahora bien, no quiero reflexionar aquí sobre la creación sino sobre la recepción del objeto artístico tal y como lo noté en mi acelerada observación sobre el Paseo de la Reforma. En varias disciplinas artísticas el usuario dialoga a solas con la obra, la interroga, sonríe, discrepa o muestra su indiferencia en un entorno íntimo, de suerte que el creador no puede ver su reacción, el efecto que la obra produce en el decodificador último.
Al pasear por Reforma y ver los ángeles de Marín, comprobé lo que podía comprobar el propio autor: que no hay arte más cercano al receptor que la escultura pública de mediana dimensión, esa que está cerca del tamaño humano y permite acercamientos similares a los que establecen los hombres con sus congéneres.
Y hay algo más. A diferencia de la escultura monumental o la concebida para habitar en el museo, la escultura pública de dimensiones medianas permite la interacción con el ciudadano al grado del toqueteo, de la palpación, una especie de venturosa promiscuidad que termina por integrar la obra con la gente.
Esto, precisamente, fue lo que pensé cuando tuve la suerte de conocer la procesión de ángeles: aquí no hay distancia entre obra y público, y qué suertudo es el artista que puede ver las reacciones de la gente a medida que ésta descubre las diferentes piezas de la reunión seráfica denominada "Alas de la ciudad".
Pasaron los meses y, por las carambolas que da la vida, la maestra Lourdes Bernal me convidó a presentar el libro sobre las esculturas angélicas de Marín. ¿Y qué encontré al deambular por las páginas de este registro fotográfico? Las imágenes más recurrentes del libro muestran al diverso ciudadano en cerrada convivencia con las esculturas, muestran sus sonrisas, sus poses, los misceláneos gestos que acusa la gente de a pie al toparse con un conglomerado de férreos y paradójicamente etéreos ángeles.
En efecto, el registro fotográfico deja claro que es indisociable esta obra para el espacio público de la recepción que la gente hace de botepronto a cada ángel, casi como si el objeto artístico tuviera el mismo peso fotográfico que el sujeto receptor.
El libro, bellísimamente editado y prologado con maestría por Carlos Fuentes, expone lo que ya estamos viendo en Coahuila: que una de las más altas aspiraciones del arte es su capacidad para convertirse en propiedad de todos, sin distingo de clases, edades, sexos, nada. Y lo más importante: los ángeles de Marín admiten una lectura válida desde cualquier angulación cultural, es decir, que abren la puerta a la democrática perplejidad del ciudadano sin importar qué sea o no ilustrado.
Concluyo entonces: este libro es una prueba fehaciente del asombro retenido en fotos: asombro por las figuras de Marín y asombro por la gente que las mira, que las palpa y de golpe siente el relámpago de la felicidad estética.

*Texto leído en Saltillo y Torreón para sendas presentaciones de Alas de la ciudad, registro fotográfico de la exposición homónima del maestro Jorge Marín. Prólogo de Carlos Fuentes; texto de Jorge F. Hernández; fotografías: Jorge Lépez Vela y Adam Wiseman. Grupo Romo, s/f, México, 99 pp. Dos exposiciones de Jorge Marín se encuentran ahora en Torreón: Alas de la ciudad, en la Plaza Mayor, y El cuerpo como paisaje, en el Museo Arocena (inaugurada hoy 22 de noviembre de 2012). La primera permanecerá hasta el 4 de diciembre de este año; la segunda, hasta el 31 de marzo de 2013.