sábado, octubre 27, 2012

Mi mundo increíble, un libro con luz


















A finales de 2011 recibí una carta electrónica de mi querida amiga Brenda Moreno, diseñadora gráfica con la que compartí algunos años de trabajo en la Universidad Iberoamericana de Torreón. Brenda me invitaba a platicar con ella y con Ruth Berlanga, directora de Mentes con Alas, para vislumbrar la viabilidad de publicar algún material que sirviera para explicar a nuestra comunidad las generalidades de la parálisis cerebral. Recuerdo que desde la primera reunión hicimos click. Ruth y Brenda no sabían bien a bien qué hacer exactamente, o cómo hacer lo que pudiera hacerse, así que mi labor en ese caso fue meramente orientadora y, en algún sentido, motivacional. Además de darles confianza sobre la potencial cristalización de objetivo, me ofrecí para colaborar en todo el proceso editorial. Definimos el proyecto y comenzamos a caminar en la misma dirección.
Mails fueron, mails vinieron, y varias mañanas, muy temprano, nos reunimos en Mentes con Alas para examinar los avances. Sospecho que no hubo recaídas, que en todo momento supimos que paso a paso llegaríamos a la meta.
Esa meta es, precisamente, este día. Casi un año después de haberla soñado, tenemos ya la primera publicación divulgativa de Mentes con Alas, y es un gusto presentarla para ustedes. Como todo producto complejo, un libro demanda trabajo, cuidado, concentración, disciplina y, por qué no decirlo, amor, pasión por hacerlo con la cabeza puesta en un ideal de perfección. Para que un libro quede bien, cualquiera que sea su extensión, su tema o su destinatario, es imprescindible seguir un proceso y aprobar cada escala con total eficacia. Lo primero que hicimos para encarrilar Mi mundo increíble fue definir su naturaleza: sería una narración para niños, pues a partir de allí podíamos entrar al corazón y la mente de los pequeños para influir en ellos y, de paso, en sus padres y maestros. Teníamos dos rutas posibles: un libro meramente técnico, instructivo, de alguna manera un tanto frío, o una relato que aprovechara el gusto por la ficción que tienen los niños para, con él, contar una historia intrigante, divertida y al mismo tiempo instructiva y aleccionadora, con una moraleja implícita, disuelta en todas sus páginas.
El texto es la base de un libro como Mi mundo increíble, pero dado el destinatario no quisimos que se caracterizara por la austeridad tipográfica que suele ser más adecuada para el adulto. Fue allí cuando pensamos en Tere Hernández —mi ex alumna en la Ibero y luego, lo digo con agradecimiento, maestra de una de mis hijas— para añadir el aderezo de las ilustraciones a color. Creo no exagerar si afirmo que el trabajo de Teresita es extraordinario, creativo, respetuoso con el arte y con quienes esta vez fueron sus modelos. Tere se lució en este libro, tanto que gracias a las imágenes creadas por su talentosa mano siento que Mi mundo increíble tiene vida propia, plenitud de organismo animado por el trazo y el color, luz en cada una de sus páginas.
Gran parte del trabajo de edición se va en planear, en hacer, en corregir, en cambiar, en agregar, en buscar que el libro sea al final un objeto apreciable. Nosotros avanzamos con total cuidado. Su contenido general es sencillo y creo que ofrece, de una manera precisa, lo indispensable para que un niño de entre 7 y 10 años sepa qué es la parálisis cerebral y luego comparta ese conocimiento con sus compañeros y con los adultos que habitan en su entorno. Luego de la introducción de Ruth Berlanga, entramos al relato en sí y a las ilustraciones de Tere Hernández. Después, hay tres apartados con carácter instructivo: “¿Cómo puedes ayudarlos?”, “Reflexión” y “Glosario”. El conjunto crea, como ya dije, una visión periférica del tema y permite que los niños adquieran conciencia sobre el problema y ayuden a solucionarlo, o, al menos, a paliarlo.
Modestia aparte, estoy orgulloso del resultado. Me siento muy alegre porque logramos articular un equipo solidario, un pequeño laboratorio editorial movido por la amistad y el anhelo de comunicar, de comunicar bien. Ruth, Brenda y quizá alguien más crea ingenuamente que me relacioné con este proyecto para dar. Por supuesto que se equivocan, pues yo participé en Mi mundo increíble para recibir, para recibir su ejemplo de solidaridad, de entereza, de fe en el futuro y de noble persistencia en un ideal. Quizá di algo, no sé, pero siempre que doy recuerdo aquella hermosa paradoja de mi amigo Rogelio Guedea, escritor colimense radicado en Nueva Zelanda: “Al final, uno sólo tiene lo que ha dado”. Pues bien, esto que estamos dando o tratando de dar, la historia y la información contenidas en Mi mundo increíble, es lo que al final permanecerá en mí, en nosotros, en nosotras.

Nota: Texto leído el 27 de octubre de 2012 en la presentación de Mi mundo increíble, Mentes con Alas, Torreón, 2012, 41 pp. Participamos Ruth Berlanga, Brenda Moreno, Ricardo Murra Talamás y yo.