domingo, enero 29, 2012

La tranquilidad y el fuego



En tiempos de bruma, en etapas de oscuridad casi cerrada, los amigos suelen ser más amigos que de costumbre. Varios se han acercado ahora, cordiales como siempre, pero más en este momento. Quizá intuyen que el apretón de manos sirve de otra forma en ciertas coyunturas, quizá entienden que no es lo mismo el viento a favor que el viento en la borrasca.
No sé, pero sentí hace rato, en esta lánguida y ahora sorpresivamente lluviosa tarde de domingo en La Laguna, que no me hubieran venido mal unos párrafos de David Lagmanovich. Lo escucho, oigo su generosa claridad, sus palabras siempre altas y solidarias, su manera leal y lúdida de decir, de escribir. Pero David no está ya, pues murió en octubre de 2010 y me dejó semihuérfano de consejos. Me quedan Saúl, Sergio, Gil, Gerardo, Fer, Fabián, Heri, Giselle, Juan Pablo, Édgar, Carlos, Toño, Ise y otros amigos y amigas que alientan, que orientan. Pero no sé, tal vez extraño al que ya no está, al que ya no puede opinar sobre lo que uno va requiriendo para guiarse en la penumbra.
Por eso, urgido de escuchar las palabras escritas alguna vez por David, entré a la numerosa, a la numerosísima correspondencia que cruzamos durante diez años. Al azar, sin más, abrí el mail del sábado 19 de septiembre de 2009 (casi un año antes de su muerte) y encontré su claridad a propósito de cualquier tema. Algo debo hacer con esas cartas, con esas muchas cartas, pues creo que son ejemplo de lo que debe ser el género epistolar tratado desde la perspectiva de un escritor.
En la carta que releí, David sabe que el fin está cerca, que el apagamiento de su vida es, a sus 82, un hecho ya demasiado próximo. ¿Cuánto? No lo sabe, por supuesto, pero sí que no le queda mucho tiempo. Lo impresionante es la tranquilidad con la que asume el anochecer, la tranquilidad y el fuego que todavía lo impulsa a trabajar, a organizar sus obras.
He aquí, sin decir más, una parte de aquella carta dirigida al mismo tiempo a Juan Pablo Neyret y a quien esto escribe. La primera parte responde algo sobre Mercedes Sosa, quien fue su amiga; luego viene lo que ya comenté: el ánimo de trabajar en lo suyo ante la inminencia del fin:
“Queridos hermanos:
Gracias, Juan Pablo, por los ‘links’ relativos a interpretaciones de Mercedes Sosa. No tengo tiempo para escucharlos ahora, pero los guardo para un momento en que esté más desahogado. Ya que mencionas la ‘Zamba para no morir’, te cuento que el autor de la música, Norberto Ambrós, fue un querido amigo que nos hizo mucha compañía durante los años de residencia en Washington. Él, yo y otro amigo que era funcionario del Banco Interamericano de Desarrollo fuimos los que organizamos la primera visita de Mercedes a Estados Unidos... y probablemente su primera salida del país. Lo tengo contado en una nota publicada por entonces en La Gaceta, con el poco original título de ‘Mercedes Sosa en Washington’. Era alrededor de 1969. En cuanto a Norberto, hasta llegamos a hacer un par de sesiones públicas sobre música argentina, él ante el piano y yo leyendo mis textos desde un atril. Cosas que uno ha hecho y que, por cierto, no llegan a figurar en el curriculum vitae...
Estoy sin novedades sobre el propuesto minicurso en la Facultad, porque la colega con quien tenía que verme el viernes último se tuvo que ir a Santiago del Estero (es de allá) por razones urgentes, y quedamos entonces en postergar la reunión para el martes. Ya había comenzado a preparar algo para esas clases, pero ahora lo dejé porque cada vez me parece más inviable el proyecto. Dentro de una semana nos vamos a Buenos Aires, a mi regreso ya estaremos en octubre, el mes viene bastante complicado, y noviembre está prácticamente encima. No me considero responsable si tenemos que cancelar eso (…)
Al dejar eso, al menos por ahora, pude volver hoy al trabajo en un libro proyectado para 2010, que me importa más. Éstos son los últimos libros que escribo (y, si Dios quiere, publico) en mi vida, y me gustaría dejar concluida esa tarea antes de la partida inevitable. Por eso me fastidian los que creen que pueden disponer de mi tiempo ‘a piacere’, como si no tuviera nada importante que hacer.
En fin, queridos Jaime y Juan Pablo, así ha comenzado el fin de semana. Espero que el de ustedes sea agradable y satisfactorio. Hasta cualquier momento, grandes abrazos para los dos, con todo mi afecto, David”.