lunes, octubre 24, 2011

Para José Cruz



Hace meses, precisamente en febrero de este año, Abigail Salazar me invitó a escribir unas palabras en tributo a Jose Cruz, el mandón de Real de Catorce. Como sabemos, a Cruz le fue ofrecido un reconocimiento en el Teatro Nazas de Torreón. El concierto sirvió como tributo a su trayectoria y como espacio para recaudar fondos para atender la enfermedad que lo aqueja. Fui, por supuesto, al concierto, que estuvo muy bien, con performances teatrales y lectura de poesía, además, claro, de los blues. Al comienzo presentaron un video donde leyeron mis palabras. Sugerí al final que lo subieran a You Tube, pues sentí que había quedado bien, con cierto aire de documental. Ignoro si lo hicieron, pero sea como sea aquí están las palabras que escribí para aquella ceremonia (la imagen que encabeza este post es un detalle del póster que circuló en aquel momento):

Blues para José Cruz

Jaime Muñoz Vargas

Las notas comienzan a sonar en el escenario. El blues raja la oscuridad con su belleza melancólica y los gritos del público anticipan el éxtasis que viene. Las guitarras emiten un quejido rítmico que dialoga con la estridencia de la batería. La atmósfera se llena de tensas vibraciones y el corazón late a la expectativa. Luego irrumpe una voz que arrastra sílabas, palabras, versos. Es la voz de José Cruz y la música de Real de Catorce la que estalla en la noche del escenario, es la palabra del mejor blues mexicano haciéndose presente en el árbol de la belleza: allí está el fruto de José Cruz, su aporte a la naturaleza de la música, el verso que atraviesa el alma y la armónica que inunda el interior del ser humano.
José Cruz, nuestro homenajeado, nació en la ciudad de México hacia 1955. Su magisterio destaca en tres vertientes: el canto, el magisterio de la armónica y, sobre todo, la hondura lírica de sus composiciones siempre acodadas en el balcón del blues. Sus logros como artista son notables: haber conseguido que el poderoso espíritu de un género pasara al español con toda fuerza, con toda pasión, con toda autenticidad. Parece que el destino también jugó con las palabras e hizo que Cruz rime con blues y hasta parezcan una misma palabra, Cruz-blues, blues-Cruz, es decir, el cruce del blues con José Cruz.
La lección de vida de José Cruz está presente en su obra: la belleza de su arte radica en el sincero poder de una expresión que en letra y música comunica siempre una vivencia honda. El blues en José Cruz materializa el aroma del recuerdo, vivifica la nostalgia y construye un santuario para los solos, para los tristes, para los que desean un trago de belleza con el cual apurar con menos dolencia el peso de la desdicha.
Cruz, el Cruz más Cruz que hay en José, es un poeta: su visión de la vida pasa siempre por la poesía cuya sustancia es el sonido: el sonido de la música y la sonoridad de la palabra, formas de la belleza que se amalgaman en el blues. En su libro de los textos del alcohol, José Cruz nos ha enseñado que la palabra también es música, que la palabra también se hunde en la conciencia del hombre como se encaja un blues en el espíritu. La palabra en Cruz no es artificio, sino esencia de la cual parte el rasgueo de la guitarra o el fluido desgarrador de la armónica que suena a noche y a luna, que suena a llanto, a dolor, a puro blues.
Como sabemos, José Cruz arrancó su brillante carrera artística en los ochenta. México ya padecía en el vendaval de las crisis y la bancarrota, y el arte era una opción ineludible para una generación de mexicanos que empezaba a quedar al margen de todo bienestar. Cruz formó parte de dos grupos: Arrieros somos, con Jaime López y Jorge Luis Gaytán, y Banco de ruido, con Carlos Tovar y Armando Montiel. Poco después, hacia mediados de aquella década configura la agrupación que en adelante se convertirá en referente fundamental del blues en México: Real de Catorce. En este grupo, Cruz hace emerger a plenitud su personalidad creativa, el filo de sus poemas, la garra de su canto y el lujo de sus instrumentos. Decenas de presentaciones y piezas grabadas dan fe de un quehacer que hace de José Cruz un icono de la cultura musical en México, un nombre y un apellido que ya no se pueden separar de nuestra historia artística.
Por su personalidad, poderosa y genuina, es sin duda uno de los pocos artistas considerados “de culto” entre el público mexicano. Abierta y secretamente, la fama sobre la calidad de José Cruz ha caminado y prueba de ello es la permanente manifestación de afecto que él ha recibido ahora, en la adversidad, cuando más hacen falta los tributos nobles.
Nada, pues, como regalar a José Cruz un blues de cariño, un blues de verdadera admiración, un blues reverencial para este gran amigo, para este gran artista: el blusero mayor de nuestro país.