domingo, junio 19, 2011

Tres piropos al padre



Un poco apresuradamente, en medio del camino de la chamba, traigo tres acercamientos de la música popular mexicana a la figura del padre. Es evidente para todos que la madre lleva la ventaja en esto de los homenajes líricos. Al padre no se le han dedicado tantas canciones, pero entre las pocas que hay es imposible no recordar las tres que expongo a la consideración del respetable público.
La más famosa que hay, creo, es “Mi viejo”, cantada por Piero de Benedictis y compuesta por José Tcherkaski (que incluso tiene versión de Chente), pero entre las nuestras es de ley hacer una inmersión en “Qué falta me hace mi padre”, tema de Raúl Osuna Pérez. Su cantante de cajón fue Antonio Aguilar. No soy afecto al estilo de la banda con tuba (menos en estos tiempos), ni he admirado nunca al charro zacatecano, pero aquí, ya viejo el tipo, con la voz cansada y triste, la más conmovedora que puede haber para estas rolas, lo siento extraordinario. Esta es una canción de la nostalgia. Desde el título se sabe que el protagonista hará un elogio del padre ido. Me gusta en especial, por simple y verdadera, la estrofa “Él me enseño a trabajar…”; la siguiente estrofa es igualmente hermosa y guarda una paradoja casi quevediana. Al hacer click en el título nos desplazamos al enlace de You Tube, por si gustan oír la pieza “en vivo” (sobre el título hagan click en el botón derecho para abrir nueva pestaña y no salir del blog):

Qué falta me hace mi padre
Raúl Osuna Pérez

Qué falta me hace mi padre
a cada paso que doy
qué falta me hace mi padre
a cada paso que doy.

Ya mi dios se lo llevó
qué solita está mi madre
ya mi dios se lo llevó
qué solita está mi madre.

Recorrimos tantas veces
caminos y más caminos
éramos inseparables
casi como dos amigos.

Recorrimos tantas veces
caminos y más caminos
qué falta me hace mi padre
ya no lo tengo conmigo.

Cómo lo voy a olvidar
siempre lo tengo presente
cómo lo voy a olvidar
siempre lo llevo en mi mente.

Él me enseño a trabajar
él me enseñó a ser decente
él me enseñó el buen camino
y a vivir como la gente.

Fui el primero de sus hijos
el que alegrara su hogar
lo digo con sentimiento
en este triste cantar.

Qué falta me hace mi padre
como lo voy a olvidar
qué falta me hace mi padre
cómo lo voy a olvidar.

“Ese señor de las canas”, del hidrocálido Federico Méndez, es una belleza de canción no sólo por su letra, sino porque siempre debemos asociarla a la voz del lagunero Lorenzo de Monteclaro, El Rey del Agudo norteño, según mi modesto parecer. Las torpezas del discurso (“tuvo un poco de ignorancia”) no estropean nada: en el decir del compositor autóctono se permiten esos descuidos de la lógica, esas raras afirmaciones. En esta canción resalto el ataque fenomenal que emprende Monteclaro al estribillo: “Si encuentras en tu camino / a un hombre que va llorando…”, y de allí al cielo.

Ese señor de las canas
Federico Méndez

Nadie sabe cuanto tiempo,
traía cargando amarguras,
cómo recuerdo a mí viejo,
y sus tantas aventuras.

Se le volvieron los años,
es su rostro una madeja,
y transformó su sonrisa,
tan sólo por una mueca.

Si encuentras en tu camino,
a un hombre que va llorando,
dile que a diario en mis rezos,
su nombre voy pronunciando.

Por señas tiene ojos tristes,
herido su corazón,
es viejo y de pelo blanco,
su mirada puro amor.

(Hablado:
Ese señor de las canas,
en las buenas y en las malas,
siempre supo responder.
Fue pobre allá por su infancia,
tuvo un poco de ignorancia,
pero la logró vencer).

Sí encuentras en tú camino,
a un hombre que va llorando,
dile que a diario en mis rezos,
su nombre voy pronunciando.

Andador de mil veredas,
de pueblos y calles viejas,
dónde quedaron sus años,
dónde acabaron sus penas..

La última, “Me refiero a ti”, de Fidencio Villarreal, es uno de los más sonados éxitos interpretados por el aguardentoso e inimitable estilo de Lalo Mora, el mero mero de los antiguos Invasores de Nuevo León. Suena raro que un cantante así de bravío se doble y declare esas palabras con tanto énfasis al padre todavía vivo; es grata la metáfora del “árbol” en el arranque de la pieza. La parte que más me gusta es, sin embargo, la intermedia, la estrofa larga que empieza “Que mi juventud te llene de amor, / viejo, estoy agradecido de ti…”. Ojo ya nomás al final operístico in crescendo en la voz de este cantante que es formidable porque siempre parece de camiones.

Me refiero a ti
Fidencio Villarreal
(versión en vivo con el güero ranchero dominando el espectáculo)

Soy el fruto de aquel árbol
que elevó sus ramas
muy cerca del cielo
para darme vida
y todos mis anhelos.

Me acarició con sus ramas
y bajo su sombra
poco a poco fui creciendo
bendita la obra
del que admiro y quiero.

Me refiero a ti mi querido padre
que siempre tu mano me das con firmeza
ya en tu cabellera las nieves reflejas
tu mirada es triste pero siempre buena.

Que mi juventud te llene de amor
dmi vida te doy,
viejo, estoy agradecido de ti
si quieres mi corazón, te lo doy
quiero verte muy feliz.
Soy el fruto de tu vida
sé que vida hay una
y una vida tú me has dado
que dios te conserve
siempre aquí a mi lado.

Me refiero a ti buen hombre
que por mucho tiempo cuidaste de mí
no se tiene nombre cuando no hay un padre
y todo ese orgullo me lo diste a mí.
Me refiero a ti (me refiero a ti).