miércoles, septiembre 01, 2010

Suerte para Rocío



Luego del tomaidaca poselectoral e inédito, Gómez Palacio tiene ya nueva cabeza en el ayuntamiento. Se trata de mi estimada Rocío Rebollo Mendoza, quien estudió la misma carrera que yo, en la misma escuela y casi en el mismo salón, lo que no ocurrió porque ella iba un año debajo de mi generación, si la memoria no me miente. Siempre fue una joven entusiasta, respetuosa, conversadora, lista, atenta, así que no resulta extraño que esas cualidades, sumadas al trampolín económico-familiar que quiérase o no siempre es una ventaja, la tienen hoy colocada en la mayor responsabilidad de su carrera política. No deseo que le vaya bien, sino muy bien, excelentemente bien.
Es importante desear eso porque de no desearlo, y sobre todo de no cristalizar una buena labor de gobierno, Gómez Palacio se atorará de fea manera durante otra administración. Es muy importante, pues, que Rocío tenga éxito, que sus planes funcionen y que su trabajo vea sin dilación por los ciudadanos, es decir, por los principales afectados de los errores de gobierno cuando pasa lo que pasó en el periodo precedente.
Parece que no, pero a Rocío le toca un comienzo duro. La alcaldía de Ricardo Rebollo llegó sin tantos sobresaltos y prometía mucho luego de una campaña ciertamente exitosa. Luego se vio lo que ya sabemos: la administración de Ricardo Rebollo poco a poco fue aproximándose al desastre y al saqueo, tanto que a mediados de su gestión la suerte de los gomezpalatinos ya estaba echada: no les iba a ir bien con RR, con el hombre del círculo naranja que sin más dejó todo a medias, más mal que bien, desvencijado, y tranquilamente se alejó para cumplir, así se dice, una alta responsabilidad como legislador federal. Gómez Palacio quedó entonces visiblemente maltrecho tras el paso de lo que hace poco denominé huracán (Ricardo) Rebollo, pues casi no había zona de la realidad en condiciones de estancamiento o de franco retroceso. Se supo además, como algunos medios lo han venido consignando, que la sangría económica de las arcas públicas rayaba en el escándalo, así que no es detalle menor el pasivo de 330 millones de pesos que la pasada administración heredó a la que ayer tomó protesta.
La infraestructura urbana, sobre todo de carreteras, es uno de los prietos en el arroz que no coció Ricardo Rebollo y que su sucesor, Mario Alberto Calderón, ya no pudo atender con decoro. El área con mayores estropicios fue la del parque industrial que desde hace meses, sobre todo en su tramo clave, es un hazmerreír de vialidad y debería ser una vergüenza para cualquier autoridad con la ética en su sitio. Y como eso, también otros rubros, el de la seguridad entre los fundamentales.
Rocío Rebollo comienza, reitero, con menos ventaja y con más dudas que certezas de parte de los gomezpalatinos; no estaría mal, por ello, que se deslindara de inmediato y por completo de los dos alcaldes anteriores, que hiciera lo posible por revertir la mala imagen que dejaron al ciudadano de a pie y que proponga un programa de trabajo sólido y de miras altas, algo que establezca de tajo una diferencia radical entre el pasado inmediato y el presente. Lo que quiero decir es que, lo acepte o no y más allá de los afectos, carga un pasivo, y ese lastre no se deshace con discursos ni propaganda, sino con un trabajo que ponga freno a la caída libre en la que todavía viaja el municipio desde que Ricardo Rebollo abandonó sus famosos “cómos” para abrazar de lleno la siempre nefasta ideología del chapulinismo-futurismo.
La tarea de Rocío es muy grande. Necesita un equipo de trabajo leal, coordinado e impermeable a las tentaciones inmediatistas. Sería mucho pedir que saque al balcón los malos manejos que perciba ahora que comienza a conocer con detalle las telarañas de la administración saliente. Lo que si se le pide (más: se le exige) es que trabaje al tope para que Gómez Palacio vuelva al raíl que abandonó hace poco por culpa de un manojo de oportunistas.
Que Rocío trabaje duro y, nunca está de más decirlo, que tenga suerte, mucha suerte.