viernes, septiembre 10, 2010

Bayer con guantes



México es un país reacio a la polémica. En general, la esgrima de ideas es vista con recelo, y el polemista es un sujeto incómodo al que de preferencia debemos encerrar en el gueto de la indiferencia. Al debate no le vemos provecho y preferimos reunirnos para estar de acuerdo aunque no estemos de acuerdo, pues la etiqueta social dicta que debemos callar nuestro desacuerdo y no ser “políticamente” mierdas.
Precisamente acabo de leer un libro que ofrece lo contrario a lo que planteo en el párrafo anterior. Es un libro basado en la dialéctica del tomidaca cuyo protagonista es el argentino Osvaldo Bayer, de quien hace algunos meses reseñé un libro (En camino al paraíso) con muchos de sus brillantes artículos de prensa. Crítico feroz del poder y sus abusos, historiador minucioso de la barbarie contra los trabajadores de su país, Bayer es ya un referente mundial del pensamiento progresista. Leerlo es adentrarse en la lucidez y la combatividad, en la ética y la inteligencia. Casi me atrevo a sospechar que si hubiera diez como él en la Argentina o en cualquier otro país azotado por la corrupción, otro, muy otro sería el destino de ese pueblo, pues la acuciosa mirada de la crítica subrayaría de inmediato y sin ambages la podredumbre del poder.
Ahora que lo leo en Entredichos, 30 años de polémicas, me queda claro que frente a tipos como Bayer hay que cuadrarse. Qué tremenda vena debatiente, qué insobornable afán de denuncia, que limpia y tenaz aumentación contra la mentira y sus diferentes rostros. Es uno de los libros que compré en la Feria del Libro de Buenos Aires; lo publicó Página 12 y supongo que es inhallable en México. No importa, o sí, pero no tanto como hubiera importado antes de internet. Ahora es posible encontrar decenas de artículos de Bayer y de quien sea, así que por lo pronto quiero orientar a los lectores hacia ese nombre y ese apellido, independientemente de los textos que logren conseguir. Casi puedo decir esto, muy profanamente, como lema de comercial: si es Bayer, es bueno.
En Entredichos lo demuestra a plenitud. Son “Siete polémicas históricas” en verdad históricas, tremendos agarrones de Bayer con diferentes contrincantes no precisamente fáciles de refutar. La estructura de cada polémica fue organizada por la realidad: luego de un texto publicado por equis o zeta personaje, Bayer acomete con una salva de contrargumentos. Allí comienza el zafarrancho de ideas, la mayoría una lección de posturas y contraposturas en las que Bayer ocupa una posición central. No es la suya una beligerancia gratuita, un pleitear por pleitear sobre temas baladíes. El meollo del debate es en todos los casos un asunto vinculado con algún problema candente no sólo en la Argentina, sino en cualquier latitud del mundo donde se oculte o tergiverse la verdad. A Bayer le interesa sobremanera la memoria, el respeto por la verdad en función de su valor como ejemplo para las generaciones venideras.
Digo que Bayer es muy lúcido, pero igual lo son, o lo fueron, muchos de sus oponentes en cada uno de los “entredichos” arracimados en Entredichos. Destaco el debate con Rodolfo Terragano con el tema del exilio, o el sostenido con Mempo Giardinelli sobre la legitimidad de matar o no al tirano. Asomarse a esas polémicas nos abre una dimensión casi desconocida en México sobre el arte de pelear verbalmente con respeto por el oponente y los lectores, aunque (humanos al fin) en uno que otro momento Bayer y sus rivales deslizan feroces ironías y hasta sarcasmos.
Los dos debates que mencioné son, a mi gusto, los mejores en este libro de 287 páginas. Pero hay otra polémica, tal vez la más corta, mantenida por Bayer contra Ernesto Sabato. No bromeo si digo que la imagen del autor de El túnel casi se derrumba (o sin el casi) ante la andanada de Bayer, quien recrimina y no perdona a Sabato su encuentro con el gorila Videla y su acomodamiento en una supuesta posición crítica ajena a los riesgos que sí encararon quienes a la postre se vieron forzados al exilio. Lamento que se haya terminado mi espacio de hoy, pero ya preveo que la polémica Bayer-Sabato merece una ampliación por un detalle nada ajeno a nuestro entorno: el margen de cercanía o distancia que el intelectual debe tomar con respecto al poder, más cuando éste es cínico, mendaz y represor.