jueves, mayo 13, 2010

México acá



Siempre sí conversé con Alejandro Dolina. Nos vimos en el café Babieca ubicado en la esquina de Riobamba y Santa Fe, de Buenos Aires. Fue una sorpresa oír y confirmar en sus palabras lo que en general percibo cuando charlo con argentinos: la admiración y el interés que tienen por la cultura mexicana. Dolina no conoce México, así que de una manera todavía vaga comenzamos a sopear la idea de un viaje suyo a nuestro país. Está, con razón fundada, muy entusiasmado con esa posibilidad. Digo “con razón fundada” por lo que me confesó: haber recibido en su niñez mucha información cinematográfica y musical de México. Vio películas de Jorge Negrete, oyó canciones de Miguel Aceves Mejía y Javier Solís, pero hasta allí llegó. No sabe, por ejemplo, cuál es el estado de la cuestión en materia de música ranchera. Le comenté que, salvo Vicente Fernández, no hay un solo intérprete actual del género que le haga sombra a los cantantes totémicos. Ignoro si pase lo mismo con el tango, pues yo también me quedé en Gardel, Sosa, Rivero, Belusi y Goyeneche, aunque a ellos he sumado a una tanguera, mi ídolo de los recientes años: Adriana Varela.
Creo, a propósito, que los mexicanos conocemos un poco más de la Argentina que los argentinos de México. Ignoro por qué. Es poco tiempo el que tengo para tomarle el pulso a esto y por supuesto no me muevo en todos los sectores sociales, pero así, a ojo de buen, sobre la marcha, noto que en los periódicos de acá pueden pasar días sin que salga una sola nota sobre México. Allá ocurre algo similar, pero en las secciones internacionales no pasa semana sin que veamos cables relacionados, sobre todo, con algún asunto de la política argentina. Por ejemplo, con las sanciones a represores o durante varios meses con el asunto de la soja.
He platicado en Buenos Aires que el mayor contacto de los mexicanos con la Argentina se da por medio del futbol. En segundo lugar, por la presencia de algunos actores gauchos en la televisión mexicana. A la inversa no ocurre lo mismo: ni un solo jugador, ni un solo actor hay de nuestro país en estos rumbos. Lo que de México circula por acá no es, como era de esperarse, muy enaltecedor para nosotros. Todos los días hay al menos dos telenovelas mexicanas en circulación y no son pocos los programas grabados en otro idioma que han sido doblados en nuestro país. Amigos argentinos me han dicho que aceptan sin gestos el doblaje “en mexicano”; lo que no toleran es el doblaje “en español” (de España). Igual que nosotros, creo, pues no nos alarma el acento de las telenovelas colombianas o argentinas como nos horroriza todo doblaje a la española. Esto es enigmático para mí, pues todo acento ajeno parecería idéntica y necesariamente incómodo.
Hay un producto mexicano que una y otra vez entra a mis conversaciones con argentinos: Chespirito. Sólo platicando acá se puede apreciar el tamaño del impacto que tuvo y tiene el Chavo en la educación sentimental de la Argentina. Desde hace treinta años es el producto mexicano que más hondo ha calado en el alma de los gauchos. Saben las historias al dedillo, pueden repetir sin vacilar las frases cliché de sus personajes, y todavía no encuentro a uno que me exprese aversión al programa emblema de Roberto Gómez Bolaños. Fabián me ha dicho, por ejemplo, que cuando en sus clases de literatura menciona al narrador y poeta chileno Roberto Bolaño, de inmediato surge entre sus alumnos la inquietud obvia: si ese fulano es o fue algo de Chespirito. Eso le pasó a Bolaño por tener ese nombre chespiriano.
En el mismo tenor, a mí ya me vincularon con el Chavo. La anécdota no es mala, sospecho. Luego de una lectura que hice en el programa cultural El Precio organizado por el poeta Jorge Figueroa en el bar La Casa del Palo Borracho de la localidad de Ramos Mejía, charlé un momento con su colaboradora principal, la joven politóloga Noelia Serra. Luego de conversar con ella sobre política mexicana, mi amigo Fabián Vique le preguntó que qué tal la plática conmigo; ella respondió con una frase maravillosa: “Muy bien charlar con Jaime; fue como platicar un rato con don Ramón”. Para bien o para mal, el Chavo y sus personajes son lo más conocido de México en las tierras del tango.