domingo, enero 24, 2010

Más sobre Haití



La columna de Renata Chapa publicada hoy en El Diario de Chihuahua:

Imaginario colectivo
Príncipes del puerto

Renata Chapa

De todas las imágenes que han dado cuenta de la tragedia de Haití, es una la que, en lo particular, sacude la entraña a siete grados Richter. Se trata del operativo de auxilio nocturno realizado por bomberos de Nueva York para rescatar a dos niños atrapados entre las ruinas de Puerto Príncipe. El fragmento del video muestra el momento en el que, por fin, los rescatistas extraen a uno de dos pequeños del fondo de los escombros. El niño, al salir, desafiando todo pronóstico fatal, eleva los brazos en señal de victoria y sonríe de manera espectacular. Los bomberos lo entregan de inmediato a quien se puede suponer es su padre. Cuando ambos se abrazan, el nene aún se ocupa de saludar entusiasmado, enterísimo, a quienes han visto el rescate y le han aplaudido desde el primer instante en que vio la luz de los reflectores (www.youtube.com/watch?v=-AslGgDFgg0). Fueron ocho los días que el menor vivió en la penumbra, sin alimentos, sin más comunicación que la que pudo establecer con otra niña ahí también atrapada. La actitud del chico, al salir, desgarra e inspira. Nos recuerda esa ingenuidad que vuelve tan frágil a la infancia pero que, a la vez, los convierte en héroe. Nos pone de frente con su natural ánimo alegre en medio de la mezquina ambición material, la injusta marginación extrema y demás desgracias. Pese a todo, los niños haitianos intentan abrirse paso con el arrojo de un gigante. Con una valentía de príncipes que defienden el puerto que consideran suyo. Algunos, como el de la imagen aquí descrita, lo logran. Otros, tarde o temprano, claudicarán.
Desde siglos atrás, los niños de Haití vienen demostrando esa pasta suave y dura que los define. De ello han dado testimonio numerosas fuentes, pero, como fue mencionado en este mismo espacio, pareciera que el dolor de Haití, antes del 12 de enero de 2010, era inexistente o una causa tan perdida como el dolor de nuestros propios niños mexicanos también sumidos en la pobreza y en el olvido. Selecciono un par de referentes sólo como penosa muestra de los azotes que ya padecían los menores haitianos antes del terremoto.
El periódico El País, hace cuatro años, denunciaba que 250 mil niños haitianos sufrían una “nueva esclavitud”: “Haití fue el primer país en romper las cadenas de la esclavitud hace más de dos siglos, pero en la actualidad unos 250 mil menores viven en condiciones de explotación al servicio de familias sin escrúpulos. Los nuevos ‘esclavos’ de la nación más pobre del hemisferio occidental son chicos y chicas entre 7 y 14 años que dejaron el medio rural pobre para terminar como sirvientes en las ciudades haitianas, subyugados en las plantaciones de caña de azúcar o en las redes de prostitución de la vecina República Dominicana. Las redes de tráfico de menores operan impunemente en Haití con el 50% de la población menor de 18 años, una esperanza de vida que no supera los 52 años, un índice de escolarización del 54% y más de la mitad de los haitianos sin saber leer ni escribir. Las calles están pobladas de niños sin futuro. Los menos dóciles escaparon de sus nuevos progenitores y se integraron en pandillas. Algunos van a parar a las bandas de ‘chimères’ en los arrabales de Puerto Príncipe, donde es frecuente ver chavales de apenas 10 años armados. Jean Robert Cadet opina que, a pesar de la abolición del régimen esclavista, la primera república negra del mundo sólo cambió de amo, al reproducir el mismo sistema. Cadet es un ejemplo de lo que en Haití se conoce como los ‘restavec’, término créole que proviene del francés ‘reste avec’ y que puede traducirse como ‘quédate con’ A los cuatro años su madre, negra, falleció y su padre, blanco, se negó a reconocerlo y lo entregó a una antigua maestra. Pasó toda la infancia trabajando de criado y se convirtió en un ‘restavec’ más. (…) Estos niños desarraigados se convierten rápidamente en pequeños esclavos, explica Alphonse Deo Nkunzimana, director del programa de lucha contra el tráfico de menores de la Pan American Development Foundation (PADF). ‘Trabajan por encima de sus posibilidades, no reciben remuneración alguna, son víctimas de abusos sexuales y de todo tipo. Son obligados a limpiar la casa, cocinar, cargar agua y buscar leña’. (…) ‘Hay padres que rehúsan aceptar a su hijo de vuelta’ comenta Marline Mondesir, directora del Centre d'Action pour le Développement (CAD), que acoge a niños esclavizados que fueron rescatados. ‘Tuvimos una niña de 16 años. Localizamos a su madre verdadera que nos dijo que no la podía aceptar porque tenía otros seis hijos. No tenía cómo alimentarla’. (…) Las redes de tráfico de menores que van a parar a República Dominicana cuentan con la complicidad de la policía en la frontera, que facilita el paso ilegal por cuatro puntos. (…) Alrededor de 3,000 niños cruzan anualmente la frontera entre Haití y República Dominicana en el Noreste, según cifras de UNICEF. El Ministerio dominicano de Trabajo estima que entre 25, 000 y 30, 000 niños haitianos trabajan en el sector agrícola” (Francesc, Relea, http://www.elpais.com/, 12/02/2006).
Las desafortunadas condiciones de los pequeños ‘restavek’ se suma a la de otros menores descrita por el Centro de Información sobre Desastres: los huérfanos y niños de la calle entre 5 a 17 años que, tan sólo en Puerto Príncipe, en 2006, llegaron a ser 7 mil 833: “A menudo son maltratados por la policía que los considera delincuentes, y son propensos a sufrir enfermedades y problemas estomacales” (p. 8). El 81% de los niños “restavek” están en zonas rurales, el 73% son niñas y sólo el 55% asiste a la escuela. Otro golpe a la calidad de vida de los menores de Haití es la anemia, condición que en el año 2000 era padecida por el 65.3% de los niños en edad preescolar, es decir, con una edad igual o menor a los cinco años. Los mayores de cinco y menores de nueve años, en el Haití de 2006, encontraron en la tuberculosis, las enfermedades diarreicas, la desnutrición, el SIDA y la malaria las cinco principales causas de muerte. En 2003, un tercio de los niños entre 6 y 12 años tenían parásitos. Los de diez a 19 años también morían debido al SIDA, las agresiones físicas, los accidentes, la tuberculosis, la fiebre tifoidea y a causas relacionadas con la maternidad. En este sentido, en 2005, “se registraron poco más de mil partos entre niñas de 10 a 14 años de edad y 6, 090 partos en jóvenes de 15 a 19 años” (“Salud en las Américas”, Volumen II, 2007, www.crid.or.cr/digitalizacion/pdf/spa/doc16712/doc16712-9.pdf).
Los auténticos príncipes del puerto, los niños de Haití, además de navegar sobre las adversas aguas hasta aquí descritas, ahora tienen que sortear otras contracorrientes derivadas del terremoto del 12 de enero: orfandad, hambruna, más enfermedades, tráfico de infantes y hasta las adopciones al vapor que, en medio del caos, sólo resta confiar que sí les representarán mejor destino. Cuántos chicos, en medio de lo abominable, podrán levantar los brazos en señal de victoria como el que fue rescatado por los bomberos de Nueva York. Los que siguen vivos y con su espíritu de niño aún robusto, en cualquier parte del globo, tienen esa posibilidad. La esperanza es que no claudiquen, o, al menos, sigan creyendo por muchos años más que pueden vencerlo todo, como príncipes del más hermoso de los puertos.

centrosimago@yahoo.com.mx

Para otros dos inolvidables príncipes que navegan por aquí: