sábado, octubre 03, 2009

Lula, un peligro para Brasil



Como todos los países de América Latina, Brasil tiene hondos problemas de pobreza y desigualdad. La palabra “favela” es frecuente por allá, lo que significa presencia terca de la marginación en toda la geografía del gigante latinoamericano. Hay muchísimo qué hacer, pues, para remediar los desajustes de la realidad brasileña, aunque es innegable que su economía ha repuntado y poco a poco esa nación ha tomado la estafeta de liderazgo en la zona. Con la designación de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016, Brasil consolida su posición y avanza un peldaño más como país de nuestra América deseoso de escapar a la tenaz etiqueta de tercermundista.
En lo personal, aunque eso no le importe a nadie, me da gusto y siento como propio el júbilo de los brasileños tras haber obtenido la nominación olímpica. Más allá del inmenso negocio que ahora es toda justa deportiva internacional, es grato saber que en América Latina hay países que trabajan con un poco más de orden y progreso, pese a que sus gobiernos llevan en el pecho el rótulo que los identifica con la peligrosa izquierda. Luiz Inácio Lula da Silva, un tipo que casi obligatoriamente cae bien por su campechanía, por su discurso sin retórica perfumada y, sobre todo, porque ha colocado a Brasil en un plano de respetabilidad internacional, no ha trabajado solo, por supuesto, pero al encabezar una política de desarrollo que busca atacar los abismos de desigualdad y lograr avances, sin duda merece el reconocimiento que tiene de su pueblo y de la comunidad internacional.
Ese Brasil, ese Lula. Qué país, qué político. No olvido aquel documental en el que, al final, el obrero y líder sindicalista Lula declara, al tomar posesión, con lágrimas: “Y yo, que durante tantas veces fui acusado de no tener un título universitario, consigo mi primer diploma, el título de presidente de la República de mí país”. Y lo fue luego de que los medios de comunicación y la derecha más hojaldre de su país se encargaron de difamarlo, de considerarlo un elemento peligroso por sus antecedentes izquierdistas y por su pasado íntimo, supuestamente escandaloso. Luego de dos o tres derrotas, el obrero Lula llegó a la presidencia en 2003 y desde ese año a la fecha Brasil avanza y se ubica como país con notables índices de desarrollo, sin que esto signifique, insisto, desaparición de los atávicos problemas que Brasil comparte con todos sus vecinos.
En deporte, lo que detonó este breve comentario sobre la patria de Jorge Amado y de Rubem Fonseca, Brasil siempre ha sido Brasil, una potencia en varios deportes y en futbol sobre todos los demás. ¿Cómo ganarle a un país que podría tener cinco o seis selecciones de dar pánico? ¿Cómo hacer para zancadillar al equipo que ha dado a Garrincha, a Zico, a Sócrates, a Ronaldo, a Roberto Carlos? O a Pelé, que ese solo nombre es sinónimo de futbol. Como sucede con algunas de sus universidades, que son ubicadas entre las mejores del mundo, en futbol los brasileños nunca han dejado de ser competitivos y en muchos momentos los mejores, los únicos que guardan cinco copas del mundo en sus vitrinas.
“Vamos a probar que el alma generosa de los brasileños va a hacer la más extraordinaria olimpiada que este mundo ya vio”, dijo Lula poco después de recibir la noticia que hoy aparece en la primera plana de todos los periódicos. Por supuesto, en esas palabras está implícita la idea que en general cunde en los países desarrollados: una nación sudamericana jamás podrá con el paquete olímpico. Lula, en representación de un país que con 52 millones de votos lo sentó en la presidencia, habla no sólo de que Brasil puede, sino de que organizará los mejores olímpicos de los que se tenga memoria. Quizá exagera, pero no es malo poner los sueños muy alto para demostrar que agallas no escasean. Y en fin, cómo no estar contentos con la designación olímpica de Brasil, pues además de lo ya dicho es la cuna de la mujer más bella del sistema solar y puntos circunvecinos, una supermodelo de rostro más que perfecto: el monstruo llamado Alessandra Ambrosio.