viernes, agosto 14, 2009

Negocio de la patada



Antes, durante y sobre todo tras la victoria de la selección frente a los gringos, no dejé de pensar en los que lamentan el fanatismo de los adictos al futbol. Es innegable: antes que la cocaína, que el alcohol, que las religiones o que lo que sea, el futbol es la droga más poderosa en el planeta entero. Nada como esa pelotita y esos 22 jugadores sobre las canchas para enardecer a la ciudadanía, para encarrilarla hacia el mar de fantasías implicado en la rivalidad y el triunfo. Le ganamos a EUA, decimos, y con eso, gracias a los medios, construimos una ficción que nos encanta en el sentido estricto del verbo “encantar”: o sea, que nos hipnotiza, que nos seda, que apacigua nuestra frustración y convierte nuestro resentimiento en bobo pancho.
El futbol no es, por ello, un meganegocio que sólo involucra los intereses de la gente directamente vinculada a él: jugadores, directivos, medios. No: los tentáculos del futbol van más lejos, pues se relacionan con el capital de las más grandes corporaciones y con el capital simbólico de los más grandes pueblos. Eso es lo más importante: el poder del dinero y el poder de la fantasía, un coctel que genera ganancias inconmensurables, imperios.
Los medios saben bien cómo y hacia dónde se mueve este negocio. Son, tal vez, sus principales usufructuarios, por eso le dedican tantas horas y por eso tiemblan cuando, como en el caso mexicano, la selección está en peligro de no calificar. Saben bien que si no asiste al mundial, millones de pesos no llegarán a sus arcas. Esto en el caso de la selección, que es por sí sola una bomba convocante de ficciones nacionalistas harto rentables. Pero los equipos, los clubes, son el negocio del diario, la maquinita productora de dinero contante, sonante y, principalmente, constante, es decir, ininterrumpido.
En México, lo sabemos, las dos televisoras que conforman el llamado duopolio se reparten el pastel de las trasmisiones. Aunque en algún momento se han dado estiras y aflojas, desde hace algunos años la cosa marcha en paz entre las directivas del futbol y las televisoras. Así pues, para que veamos hasta dónde llegan las voracidades podemos observar, en este momento, lo que sucede con el futbol profesional argentino y su difusión televisiva. Un cable lo expone así, más claro que el cielo de la pampa: “Los clubes reclamaron a TSC [Televisión Satelital Codificada, empresa encargada de las trasmisiones] un aumento para hacer frente a una profunda crisis económica, con deudas a sus planteles, al fisco y a la propia AFA, y que derivó en la postergación por una semana del campeonato Apertura que arrancará el 21 de agosto. Se estima que sólo los 20 clubes de primera división adeudan unos 700 millones de pesos (182 millones de dólares) de acuerdo con los balances de la temporada 2007/08. Este año, la televisión debía pagar 268 millones de pesos (69 millones de dólares) por los derechos de transmisión del fútbol, cifra que la AFA reclamó duplicar. En su lugar, la AFA los cedería al Estado, el cual estaría dispuesto a desembolsar casi 600 millones de pesos (153,8 millones de dólares) por temporada para que los partidos sean televisados por el Canal 7, la televisora estatal, y otros canales aliados”. Así pues, el centro de las ganancias no está en los clubes, lo que en un país futbolero hasta la médula parece increíble. Los equipos hacen, al contrario, agua por todas partes, mientras ciertas empresas de tv se quedan con la mayor parte de la vaca.
Ante una relación tan desigual, el Estado ha tenido que intervenir, lo que me parece benéfico cuando los particulares (como pasa muchas veces en México) hacen lo que se les hincha. Cristina Fernández de Kirchner ha recibido a Julio Grondona, mandón de la Asociación de Futbol Argentino, para ver si el gobierno puede colaborar y en qué medida, esto con la mirada puesta en el saneamiento de algo que, lo queramos o no, es de interés público aunque sólo parezca un juego, una fantasía.