jueves, julio 09, 2009

México es una guardería



Las elecciones del domingo demostraron que México es una inmensa guardería subrogada que va de incendio en incendio. Así como en Sonora se invirtieron las tendencias luego de la tragedia en Hermosillo, en el país fue muy marcado el voto de castigo contra quien ha incendiado al país con una guerra irracional y quién sabe si necesaria, con una política económica que ha convertido al presidente del empleo casi en subempleado del priísmo ganón y, desde el inicio de su mandato, con torpes designaciones en su gabinete.
El usufructo que el PRI ha hecho de la novatez y la perversidad del panismo en el poder no está para disparar ninguna alegría nacional, pues tanto el pinto como el colorado son dos gallos que demostradamente han sabido hacer acuerdos de alternancia o convivencia que no afectan en lo sustancial a las mafias económicas y políticas. Baste decir que Televisa, por señalar sólo un caso, no ve con malas cámaras que llegue uno u otro, siempre y cuando esas dos opciones le cierren el paso a los sectores más amenazantes de la todavía llamada izquierda mexicana. Que pierda el PAN, que gane el PRI, que pierda el PRI, que gane el PAN… mientras así siga el carrusel, los grupos de poder enarbolarán sus triunfos como muy democráticos. Todo depende de quien arruine la guardería nacional: quien lo haga, pondrá en bandeja el triunfo de los “enemigos”.
La lección para quienes, contra cualquier debacle, aún suspiran por un gran y auténtico movimiento de izquierda que represente otros intereses y proponga una política de verdadera depuración es simple: aprender a elegir en las legítimas luchas intestinas, no guiarse por lo que digan los grandes consorcios de la comunicación y tratar de sumarse, en el grado que sea, al activismo por la causa. Suena utópico, pero no hay de otra sopa. Si el perredismo se queda atornillado en la quejumbre por su inepta dirigencia nacional, si se va con la pantalla de los ataques que los medios orquestan para ridiculizar o vapulear movimientos intragables, los resultados en el futuro podrían ser peores que los del 5 de julio. No fueron pocas las voces que se alzaron, por caso, contra el chuchato gandalla y entreguista; muchos militantes, analistas y simples simpatizantes advirtieron que esa dirigencia flácida se desmoronaría como castillo de harina al primer soplido electoral. Y eso pasó. Ortega y sus huestes se fueron abajo, entregaron cuentas paupérrimas, lo que haría prudente su germanización, es decir, que los inmolen como al dirigente del PAN, por incompetentes.
Asimismo, urge una etapa de definición en la parte más rejega del PRD. López Obrador y sus cercanos deben reacomodar las piezas en el tablero, apelar a los principios si los hay, es verdad, pero también acatar el pragmatismo requerido por los tiempos: salir o no salir del PRD, ese es el dilema. Hagan lo que hagan, deben hacerlo ya, sin demoras, pues sigo creyendo que hay muy poco tiempo para reorganizar al único movimiento severa, cínica, brutalmente atacado desde hace algunos años, pero todavía dueño de algún capital político que pueda servir para revivir en el ciudadano la posibilidad de una tercera opción, esa que nunca han dejado crecer los amafiados de las cúpulas para los que la democracia sólo tiene dos cabezas.
Mientas eso pasa, quedan tres años, o poco menos, para que el actual gobierno federal prosiga con el incendio del país. Sin la Cámara, sin la inmensa mayoría de los estados, todo indica que recibirá buen combustible, el suficiente para que sus errores sean cobrados por un priísmo ávido de ver desplomes que otra vez aseguren votos de castigo en abundancia. En síntesis, debemos prepararnos para ver el consabido espectáculo del uso electorero del desastre, la capitalización del incendio nacional a favor de las mismas camarillas de siempre. Lo dicho: México es una inmensa guardería, y subrogada.