sábado, diciembre 13, 2008

Cementero de clóset



Si no recuerdo mal, hace algunos meses traté de explicar el amor dividido que tenemos, aquí, muchos aficionados futboleros ya pasaditos de los cuarenta. Eso se debió a la sequía de futbol profesional que tuvo La Laguna, lo que movió a varios (yo incluido) a torcer por algún equipo fuereño. Así caí en las garras del cruzazulismo, pues me tocó en plena adolescencia de pasión futbolera la segunda mejor época de los Cementeros, aquella que les dio el bicampeonato, la época de Marín-Ferrero en la portería, de Nacho Flores en la defensa, de la media con Jara Saguier-Lugo-Mendizábal y de la delantera con López Salgado y Montoya, entre otros. Fue un gran equipo, tanto que afianzó el aprecio popular por esos colores que en los setenta consiguieron tres campeonatos (de los largos) al hilo.
Pero pasó que después del bicampeonato todo fue fracaso en la Máquina. Nada les cuadraba. Tuvieron, sí, un chispazo en 97, cuando ganaron la corona en León contra los Panzas Verdes con aquel penal tirado por el hoy trastabillante funcionario deportivo Carlos Hermosillo. Fuera de eso, un par, creo, de subcampeonatos y harta mediocridad, errores, malas contrataciones, futbol aguado, directivos pusilánimes. Tuve la suerte de que en La Laguna apareciera el Santos y, sin disputa, que fuera un equipo con tendencia triunfadora, lo que de alguna manera aminoró la pena de ser cruzazulino. Poco a poco, el tiempo y los laguneros mitigaron mi fervor cementero, pero es cierto, y legítimo, que uno como uno tenga dos equipos queridos. En los choques entre ellos no me importa cuál gane, eso porque ya no me clavo tanto y porque en ambos casos quedo con la buena sensación de que ganó algo cercano a mis afectos infantiles. Lo poco, pues, que me queda en el alma de niñez lo desperdicio en el futbol y en la lucha libre, así que en fechas de final no deja de interesarme lo que pasa con el soccer profesional, más si por allí andan los míos.
Tenía al menos quince años, lo aseguro, sin ver a un Cruz Azul compacto, alegre y ofensivo. Vi hace una semana el juego de ida contra el Atlante en el estadio Azul y la verdad quedé hasta bizco. Feroz y organizado, el Cruz Azul atacó con todo a los Potros, y no les clavó seis nomás porque el Atlante tuvo suerte. Alejandro y Martín, mis interlocutores futboleros de la miscelánea Ale-Mart donde compro víveres del diario, saben ya, con sorpresa, que también le voy a Cruz Azul, y como entienden bastante del negocio estuvieron de acuerdo en que la Máquina de veras se pronunció fuerte, insólita, en la liguilla que corre.
Escribo esto un par de horas antes del partido de ida contra Toluca; no abrigo muchas esperanzas, pues de esperanzas está empedrado el camino hacia la frustración, pero ustedes, mientras leen esto, sabrán con qué ánimo amanecí a partir del resultado. En fin: el fut es lo que me queda de niñez, de esa niñez pasada con amigos callejeros en numerosas canchas improvisadas de Gómez Palacio y Lerdo, de esa niñez que nunca me dio chance de aprender golf ni tenis ni equitación, sino futbol en la calle y en los llanos de La Laguna. Tengo derecho a seguir gustando de las patadas, y lo ejerzo.
Los que no tienen derecho a explotar con tanta saña la afición son los empresarios de Cruz Azul y de Toluca. El escándalo de la reventa amerita, como tantas mierdas en este país, la mano de la autoridad, legislar incluso para evitar abusos de tal tamaño. Pero cómo pedir ayuda a los diputados, si ya vemos que evaden impuestos con la mano en la (iba a escribir cintura, pero no) cartera. En fin. Suerte a los Cementeros. Ya nos toca una migaja de gloria.
o
Terminal
En nuestra gustada sección “Grandes locutores futboleros”, va: Ángel Fernández, el más brillante cronista deportivo que recuerde mi cabeza, acuñaba frases afortunadas como si respirara. En un juego mundialista de la URSS contra Escocia se aventó una digna de aplauso: como en la camiseta de la Unión Soviética lucía la sigla CCCP (o sea, URSS, Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Союз Советских Социалистических Республик, en ruso), dijo: “He allí la playera de los soviéticos. Esas cuatro letras en español significan ‘Cucurrucucú, paloma’”.