jueves, noviembre 20, 2008

Manuel Plana en La Laguna



Hacia 1989, con 25 años apenas, cometí mi primer libro. Era muy temprano, según vi. No sé si ya conté esa historia: entre los 22 y los 24 acumulé algunos cuentos mañosamente hiperbarrocos y con ellos fui a ganar, no sé cómo, un premio nacional de narrativa joven. Pasados unos meses, Felipe Garrido comenzó a impulsar cierto trabajo editorial en el ámbito del Teatro Isauro Martínez; alguien nos presentó y tras una breve charla quedamos en que yo le daría el engargolado para ver si era publicable en la colección que estaba a punto de fundar: la Cuesta de la Fortuna. Y sí, aceptó mis cuentos, de manera que pronto recibí el aviso de que serían presentados los tres primeros libros de la naciente serie. Un día de 1990, en el foro principal del Teatro Martínez que lució lleno, Saúl Rosales, Fernando Ramírez y yo hablamos un poco de los libros Vuelo imprevisto, Pruebas de descargo y El augurio de la lumbre, las obras que respectivamente habíamos acuñado. Nos acompañó en la mesa, por supuesto, el editor, quien explicó la importancia de una colección que diera cabida a todos los géneros literarios en esta región todavía ajena a la pujanza editorial.
Así comenzó la colección Cuesta de la Fortuna, que muy pronto aumentó su número de títulos. No recuerdo a cuántos libros llegó la friolera editada por Garrido, pero sí que publicó poesía (Pablo Arredondo, Francisco Emilio de los Ríos, Guillermo Estrada-Berg, el mismo Fernando Ramírez), teatro (Benjamín Gómez), cuento (Salomón Atiyeh, Alfonso Barrera, Saúl Rosales), novela (Sergio Rojas) y ensayo (Joaquín Sánchez Matamoros y un colectivo sobre historia regional). En este último género destacó un libro que de inmediato se hizo notar por su muy visible importancia: El reino del algodón en México: la estructura agraria de La Laguna (1855-1910), del investigador Manuel Plana.
Para entonces, vale acotar, los estudios históricos trazados en la comarca no pasaban de ser en muchos casos emprendimientos tan voluntariosos como poco académicos, historias generales con muchas fechas y muchos apellidos más o menos valiosos para la crónica, pero poco apreciables en el mundo del conocimiento enjundioso. Las exploraciones más sistematizadas y científicas a nuestro pasado eran, y siguen siendo, escasas, de suerte que el libro de Plana, un trabajo con verdadero ímpetu investigativo, destacó y pronto pudo convertirse en referencia obligada para todo aquel que quisiera entender el fenómeno de la riqueza algodonera de nuestra región.
El reino del algodón… pronto se agotó, pero por suerte hubo casi inmediatas reediciones. El caso es que Manuel Plana es desde entonces un autor clásico de La Laguna, y en esto no estorbó un ápice su extranjeridad. Durante veinte años he querido conocerlo, y hoy estaré, como muchos, ante esa oportunidad, pues esta noche ofrecerá la conferencia “Torreón y La Laguna: un espacio de la revolución norteña (1913-1914)”. Es a las 19:00 horas en la sede del Museo de la Revolución, en Lerdo de Tejada esquina con Gregorio García. Como preámbulo, debo recordar que Plana es profesor de historia de América Latina en la Facultad de Letras y Filosofía de la Universidad de Florencia. Entre otros ensayos de investigación vale mencionar su “L’andamento demografico di una regione del nord del Messico nel secolo XIX: il caso de La Laguna durante il Porfiriato”, “Las finanzas de la revolución mexicana: el caso de Coahuila entre 1913 y 1916” y “Messico: dall’Indipendenza a oggi”. Hoy, por fin, pues, podré felicitarlo. Veinte años después; nunca es tarde.

Terminal
En nuestra gustada sección “Etimologías comestibles”, va: La palabra “dátil”, fruto comestible de ciertas palmeras, proviene del latín “dáktylos”, dedo. Así que ya sabemos: esa golosina, ya preparada, queda para chuparse los dátiles.