martes, agosto 05, 2008

Contra el fut



Antes de padecer agudos malestares de espalda uno es escéptico o indiferente a la posibilidad de esas dolencias. Jamás pensé que antes del miércoles pasado una lumbalgia pudiera retirarme de casi toda mi rutina diaria, incluida la de sentarme frente a la computadora para encarar la obligación de escribir. ¿Con qué cabeza teclear, me pregunto ahora, si la concentración se diluye en el miedo al dolor agazapado, puesto provisionalmente a raya mediante el analgésico? Ya veremos cómo evoluciono. Por lo pronto, comparto una carta que recibí hace poco (omito el nombre del autor). El regaño no fue para mí, y aunque yo gusto del fut, como algunos ya lo saben, es respetable la opinión de los que no:
“Estoy cansado de soportar que los que no me conocen lo suficiente me atribuyan cosas caprichosas sobre las más diversas materias: amistades y sobre todo enemistades, doctrinas políticas, teorías deportivas, etcétera. Considero por eso que corresponde que les explique lo del fútbol, para lo cual no encuentro nada mejor que transcribir un poema mío que deberían haber leído, que curiosamente se titula ‘Fútbol’ (está en Insurrecciones, Mar del Plata, Editorial Martín, 2006) y que dice así: ‘Esta tarde en que todo es fútbol en mi ciudad / y no puedo escapar al partido del día / ni siquiera en la grata penumbra del café, / pienso en Brahms y en sus piezas breves para piano. / Me refiero a aquellas que remontan / la cordillera del catálogo más allá del opus 110: / baladas, intermezzi, breves gestos rapsódicos, / ráfagas de metodismo / que algún acorde insólito problematiza, / homenaje a lo fragmentario, / retazos en fin de un siglo donde la forma / era importante, donde un gesto estético decidía / la diferencia entre la felicidad y la desdicha. / Ahora estoy aquí rodeado por el fútbol / en el delirio del café provinciano, / y decido pensar en Brahms, en sus baladas, en sus fantasías, / creadas en un mundo / al que quizá pertenezco a impulsos de lo atávico, / como el castor que insiste sin reparos / en encontrar determinada forma de morir’ (2003).
El que sepa leer, que lea. Lo que surge de esas palabras, me parece, es mi actitud general respecto del fútbol, que considero una de las peores cosas que nos legó el imperialismo inglés durante su dominación del Río de la Plata. Lo considero una actividad embrutecedora y perniciosa, además de ser —con la droga y la prostitución— uno de los canales mayores por los que circula la plata mal habida.
Esto dicho, casi está de más agregar que yo no puedo ser ‘hincha’, o sea fanático, de ningún equipo de fútbol, por lo cual el calificativo de ‘riverplatense’, que a veces se me endilga, es una grosera deformación de la realidad. Si alguna vez manifesté cierta simpatía por River Plate puede ser en función de una experiencia infantil que me une al recuerdo de mi hermano; también, al hecho de que la hinchada de Boca Juniors es inseparable del peronismo, como que prácticamente son la misma cosa. En lo que respecta a esto último, concibo el peronismo como un cáncer de la sociedad argentina, ya que el culto irracional a sus próceres (Perón, Eva Duarte, López Rega, Isabelita, Herminio Iglesias, Menem, los Kirchner) no es otra cosa que fascismo autóctono.
Por otra parte, puestos a analizar el maloliente fenómeno del fútbol, no me produce ninguna resistencia reconocer (¿quién lo duda?) que Boca Juniors es el mejor equipo argentino de ese deporte. (Sólo que, como el fútbol es una mierda, ser el mejor equipo de fútbol de un país significa tan sólo estar al tope de la mierda.) Además, todo el que salga del país para competir en lo que sea (digamos Vilas, Sabattini, Reutemann, Malbandián, un matemático, un profesor de literatura) está tácitamente representando al país al que pertenece; sus éxitos deben producirnos satisfacción y es de suponer que sus fracasos nos entristecen. Pero esto ya no depende de la actividad de que se trate, sino de la condición de la persona, como practicante o como espectador.
Sé que es difícil comprender a otra persona, aunque se trate de alguien a quien uno quiere. Tampoco es fácil que uno se comprenda a sí mismo, así que lo otro es doblemente difícil. Por eso, no estoy seguro de que ustedes entiendan lo que quiero decir; pero hago el intento de explicarme, para evitar mayores confusiones”.