domingo, mayo 11, 2008

Pienso en bicicleta



Hallé perdida en mis carpetas una entrevista que en febrero me hizo el joven reportero Sergio Guajardo de La Opinión. Creo que la usó para una especie de encuesta sobre los hábitos de los universitarios frente a la escritura.

¿Cómo impacta la tecnología en la vida de los jóvenes estudiantes?
La tecnología siempre ha servido, se supone, para mejorar las condiciones de vida del ser humano. Hablo de toda la tecnología, desde unas simples tijeras hasta la computadora más sofisticada. Por supuesto, el desarrollo tecnológico en masa ha traído aparejada (como bien lo observa Ernesto Sábato) una paradójica tragedia para el ser humano: se supone que el progreso tecnológico nos iba a liberar de la infelicidad, y resulta que el desarrollo de los instrumentos que nos van a dar esa “felicidad” conllevan la destrucción del planeta, la vuelta a la barbarie del hambre y la incultura. Eso no es tan errado: los países tecnificados y hegemónicos han visto crecer su bienestar, pero a costillas del desangramiento planetario. En general, pues, la tecnología nos impacta a todos, estudiantes o no: a unos para bien, para darles una vida más cómoda, y a otros para destruirles lo poco que tenían antes del boom tecnológico.

¿Qué se debe hacer para mejorar el uso del idioma español?
Leer mucho y con atención. No sólo literatura, por supuesto, pero sí la suficiente, pues es un hecho que allí, en la literatura, está vivo el mayor propósito del hombre por manejar bien los instrumentos del idioma. Hay muchas formas de escritura, tantas como disciplinas del arte y del conocimiento, pero es la literatura la que trabaja directamente con la palabra como materia prima: en ella vale tanto el fondo como la forma, de ahí que la literatura sea imprescindible para todo aquel que quiera comunicarse rica y eficazmente.

¿Cuáles son los signos o abreviaciones más comunes que usan los jóvenes al mandar sus mensajes ya sea por chat o por celular?
No tengo idea, pues no uso estas herramientas de comunicación. Ahora bien, toda escritura es visual y opera de acuerdo a convenciones (salvo el sistema Braille, que también obedece a una convención). Yo sé que la palabra “sí” está constituida por una “s” y una “i” con tilde, y sé lo que significa. Pero también sé que eso mismo lo puedo “enunciar” con un leve movimiento, de arriba-abajo, de cabeza. Sé que el chat ofrece hoy la posibilidad de los “emoticones” con movimiento, lo que no permite la fijeza de la escritura. Eso a llevado a que muchos jóvenes digan “sí” en el chat con una carita que en efecto hace un movimiento afirmativo. Es un código, pues, con un referente en la realidad; lo único que ha cambiado en ese caso es el medio de transmisión.

¿Es una nueva cultura de expresión?
Sí y no. Sí porque contrae, apocopa, resume o iconiza lo que antes sólo podíamos expresar con palabras desatadas. Dada la rapidez del diálogo internético, era un hecho que la comunicación tendería a eso, a la abreviatura. Y no porque, pese a eso, se abrevia a partir de algo ya conocido; en otras palabras, sé que alguien que escribe “xq” quiere decir “por qué”; lo entiendo a partir de que entiendo que existe su forma no abreviada: “¿Por qué?”

¿Los jóvenes usan abreviaciones en textos ya sea de literatura o español en asignaturas que ofrece la universidad?
No sé a dónde nos vaya a llevar esa mezcolanza. La mutación gradual de una lengua es parte de la vida de la lengua, de cualquier lengua. Le ocurrió al latín, cuando pasó de ser latín a español, portugués, italiano, francés, sardo, provenzal, rumano. Lo que pasa es que en aquellos tiempos el cambio era en realidad gradual, y pasaban siglos para que se notara. En nuestra época, los cambios son vertiginosos: de una década a otra han variado los hábitos de escritura, y eso alarma a muchos. Yo no me alarmo, pero como estamos en una etapa transicional sí exigiría que aún usáramos la forma antigüita para la universidad y la forma moderna para el chat: es una especie de extraño bilingüismo.

¿Esta nueva forma de comunicarse es benéfica o dañina?
No es fácil responder a eso, pues depende del lugar donde nos coloquemos para saber sí hace daño o no. Hoy es dañina si estamos en un examen profesional y presentamos así nuestra tesis, pero es benéfica si conversamos con los amigos en el chat. Ellos nos marginarían si comenzamos a escribir correctamente, con mucha propiedad. Recordemos que gran parte del apetito juvenil está en ser aceptado, y hoy es aceptable (entre ellos) un joven que maneja esos códigos. Estamos, insisto, en un momento de cambio vertiginoso, pero todavía hoy me parece claro que todos sabemos donde sí y dónde no hay que comunicarnos con apresuradas abreviaturas.

¿Cuál es la realidad que quieren ofrecer los jóvenes con el uso de esta forma de expresión?
Rapidez en la comunicación (aunque sea de puras banalidades) y aceptación por parte de la tribu. El código-chat sirve para eso: para decir lo más que se pueda en menos tiempo y ser aceptado por ello en la comunidad chateril. Eso nos resulta incomprensible a muchos, pero es una realidad que debemos ir asumiendo sin alarmarnos tanto. Más bien hay que pensar en el fondo, no tanto en la forma. No me asusta tanto cómo escriben los jóvenes en el chat, sino qué frivolidades comunican. Eso nos habla de un vacío de contenidos que se quiere llenar con rapidez. Hay que decir lo que sea, pero que sea rápido. Para eso es indispensable la abreviatura o, en el colmo de la velocidad, los “emoticones”. En mi caso no es necesaria la abreviatura por una razón simple y que está más allá de mis aversiones: el ritmo de mi pensamiento no requiere turbo. Yo pienso en bicicleta, así que necesariamente tengo tiempo de escribir las frases y las palabras completas. En suma, la ultravelocidad a mí me estorba, pues de qué me sirve escribir como metralleta si no sé lo que estoy comunicando.