miércoles, abril 30, 2008

Populismo perfumado



A estas alturas del atraco neoliberal, casi en la serie de penaltis del destripamiento a la nación, el hombre que usurpa el poder ejecutivo del país quiere dar lecciones sobre lo que es y lo que no es el populismo en relación al combate a la pobreza. Como escriben sabiamente los mocosos en el chat: jajaja. Qué agravio a la verdad, qué insulto a los pobres, qué puñalada al corazón de las palabras contiene el discursillo del lunes en el que Calderón puso a caminar el programa Vivir Mejor, la propuesta del actual gobierno federal, siempre en cuestionables funciones, para abatir la marginación y lograr que todos en este país vivan, vivamos, en efecto, mejor. Por lo que se ve, Carlos Salinas de Gortari no ha muerto, subsiste en las políticas antimiseria de (Zedillo, Fox) Calderón, programas que ya van para veinte años sirviendo de diques al estallido social y que ni maquillándolos con plastas de Max Factor logran dejar de ser lo que son: una película de embellecimiento a la horripilantez de la numerosísima pobreza nacional.
Hay que decir, en descargo de Calderón y su versión reciclada del populismo pronasolero, que para él y para el grupúsculo en el poder no hay de otra sopa y juegan según las reglas de su malévolo librito: o tiran mendrugos disfrazados de programas para combatir la pobreza extrema, o de plano dejan que se pudra de indefensión la enorme capa de la sociedad que ha sido sistemáticamente marginada por la voracidad de unos cuantos. El detallazo del choro, lo que hizo simpático el discurso de Calderón, fue de forma, no de fondo: frente a la cúpula política del país sostuvo que Vivir Mejor atacará las causas de la pobreza, no los efectos, y como argumento estrella se lanzó a la yugular de los antiguos programas de asistencia social, tildados con frescura de populistas, de paternalistas. Calderón, entonces, quiso mostrarse revolucionario al menos en lo verbal, de a mentiritas por supuesto, ya que es materialmente imposible acabar con los estragos de la miseria si antes no es desarticulado, o ya de perdida moderado, el curvo esquema impuesto por la oligarquía (¿se le puede llamar de otra manera al puñado de patanes que gobierna con espots?) que como gusano sigue devorando la manzana de la riqueza nacional. Si han pasado gobiernos y gobiernos que lejos de modificar en algo la inercia depredadora la han acentuado, es lógico, obligatorio, indispensable, que Calderón mantenga el tinglado de los programas sociales, que son asimismo como los alfileres con los cuales se mantiene la paz mínima indispensable para seguir sangrando al país. Llámele como le llame, haiga dicho como haiga dicho, el populismo perfumado del michoacano es populismo aunque él lo quiera denominar como se le antoje. Es populismo y opera como tal, con toda la carga de atole digital, de clientelismo al corto plazo y de ineficacia al largo.
Para los actuales dadores de migajas no hay entonces remedio: tienen que tensar la cuerda de su falacia hasta donde sea posible: ahora Calderón dice que su programa no es asistencialista y con eso llega al último grado del cinismo, a la negación en la que quedó arrinconado luego de que Salinas, Zedillo y Fox ya le dieron vueltas a lo mismo sin más resultados que los meramente paliativos. Todavía, empero, estamos en la primera fase del control: con morralla para la base de la pirámide social es posible crear un borde que impida la inundación de descontento; cuando eso no alcance, y esto lo han insinuado sobre todo en tiempos electorales, vendrá la segunda fase del control, las campañas de miedo y los sobresaltos violentos que intimiden a la gente. La última de las etapas es la que también, de alguna forma, ha coexistido con nosotros en el calderonato: el ambiente de militarización que termine por establecer quién manda aquí, chingada madre.
“Vivir Mejor”. Suena lindo. Igual sonaban “Pacto de solidaridad” y “Bienestar para tu familia” y ya ven: aquello no sirvió ni para echarnos un taco de sal.