jueves, enero 03, 2008

Viaje con Brasca



El género literario que acostumbramos, ignoro por qué, para viajar y leer es la novela. Hay, incluso, novelones que llaman “de aeropuerto”, libros gordos, escritos con estilo muy bajo en calorías, impresos en papel económico y forros con relieves dorados y algún cintillo que escandalosamente señala “chorrocientos mil ejemplares vendidos”. Como muchos, yo también cargaba con mamotretos (aunque no tan chafas) y los iba consumiendo en los ratos muertos que deja todo itinerario de viaje. Un buen día, como Lupita D’Alessio en plan méndigo, dije “hoy voy a cambiar” y ahora que lejos estoy del suelo donde he nacido y una leve nostalgia invade mi pensamiento he decidido cargar con puros libros de brevedades. Cargué cinco, tantos como colaboraciones de Ruta Norte tengo que escribir por semana, aunque ésta es atípica, de cuatro entregas, dado el descanso de año nuevo.
El resultado es, si no me engaño, óptimo: son libros con pedacería de textos, lo que permite leerlos cómodamente, en cualquier parte y en cualquier mendrugo de tiempo. A diferencia de las novelas, las obras con breverías permiten que el viajero se desentienda del separador, que olvide sin ninguna preocupación el “continuará” habitual en toda lectura de largo recorrido. Propongo a los viajeros que lo intenten, que tomen un libro con “ficciones súbitas” (como también le llaman al microrrelato) y vaya despachándolas mientras pasan las horas y/o los kilómetros.
El primero que leí, como bocado delicioso y muy digesto, es Todo tiempo futuro fue peor, de Raúl Brasca (Marcos Paz, provincia de Buenos Aires, 1948). Él es, aunque quizá exagero, lo cual no me produce ninguna culpa, el más famoso microrrelatista vivo de la Argentina. Sé que allí andan, por ejemplo, Luisa Valenzuela y Ana María Shua para hacerle sombra con sus enormes microficciones, pero Brasca se ha colocado poco a poco como un excepcional, infatigable y consumado hacedor, teórico y promotor de cuentos brevísimos, como se puede advertir en Todo tiempo futuro fue peor publicado por Mondadori.
Obra sin divisiones temáticas, las 104 piezas que la componen son una sorpresa a cada salto de página. Hay, como en todo libro de valía, textos o momentos excepcionales y otros no tanto, pero aquí aseguro que los primeros destacan por su singularidad. Es como si el microrrelator se hubiera propuesto publicar sólo piezas de estupenda hechura, esto a sabiendas de que un libro de naturaleza miscelánea, como éste, no se puede permitir caídas o puntos flácidos. Entre otros atributos, luce el cuidado de la prosa, la afilada cuchilla del humor y el buen hábito de construir cuentos con principio, medio y fin así sea sobre la cabeza de un alfiler, como se podrá apreciar en los tres que cito:
“Todo tiempo futuro fue peor”
Anoche se sobrepuso a las balas que lo acribillaron y huyó de la policía entre la multitud.
Se escondió en la copa de un árbol, se le rompió la rama y terminó ensartado en una verja de hierro. Se desprendió del hierro, se durmió en un basural y lo aprisionó una pala mecánica. La pala lo liberó, cayó sobre una cinta transportadora y lo aplastaron toneladas de basura. La cinta lo enfrentó a un horno, él no quiso entrar y empezó a retroceder. Dejó la cinta y pasó a la pala, dejó la pala y fue al basural, dejó el basural y se ensartó en la verja, dejó la verja y se escondió en el árbol, dejó el árbol y buscó a la policía.
Anoche puso el pecho a las balas que lo acribillaron y se derrumbó como cualquiera cuando lo llenan de plomo: completamente muerto.
“Unión excelsa”
Ante la evidencia de su gravidez, una admiradora de Ben Jonson confesó su unión con el Espíritu Santo. Aseguró que si hijo sería mitad ángel y mitad humano. En efecto, dio a luz un ángel que carecía de alas y que, en lo demás, no difería de un niño común y corriente.
“Negación”
Cuando ella se le negaba, él se mostraba comprensivo; cuando ella provocaba a otros hombres, él fingía divertirse; cuando lo engañaba con descaro, miraba hacia otro lado. Finalmente, ella se cansó y le pidió el divorcio.