viernes, agosto 03, 2007

Borges glucoso



Recién me llegó un mail con un texto apócrifo; se le atribuye a Borges, y con este van dos, que yo sepa, enjaretados al gran ciego. El otro lleva como título “Instantes”, y fue tan célebre en los noventa que María Kodama tuvo que desagraviar a su marido por ese crimen de leso prestigio literario. Hubo hace poco un caso más, el del poema “La marioneta” (o algo así) que supuestamente había escrito ¡García Márquez! y al final se supo que fue sancochado por el cómico ¡Johnny Welch!, ventrílocuo de un mono llamado El Mofles.
Gracias a la facilidad de reproducción internética se han puesto de moda esos poemas de almanaque crepuscular, lánguidas y melifluas ristras de palabras atribuidas a un gran escritor. Son temibles, pues con facilidad inaudita la gente los acepta como auténticas joyas de la literatura por el simple hecho de llevar una firma poderosa. Todavía recuerdo cómo circularon “Instantes” y “La marioneta”, y cómo los juzgaban sin reparar jamás en la veracidad de la fuente, sin pensar siquiera si García Márquez había decidido, de golpe, abandonar la narrativa para que sus dedos deslizaran glucosamente por la lira.
El nuevo texto “de Borges” me llegó en un Power Point. Viene profusamente aderezado con cuadros de Van Gogh y tiene el fondo musical de “Balada para un loco”, de Astor Piazzola. Cuando lo leí, lo primero que me vino a la mente fue una pregunta: ¿qué hubiera dicho Borges tras leer esta ráfaga de malvaviscos con espantoso y gerúndico titulazo? Cualquiera se equivoca, pero esto parece demasiado para un genio (“Aprendiendo”, léase completo en el blog):
“Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender... Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad. Y después de un tiempo uno aprende que, si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores. Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende y aprende... y con cada día uno aprende. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes. Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible. Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado. Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes. Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante. Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se han marchado. Con el tiempo aprenderás que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser amigo, ante una tumba, ya no tiene ningún sentido. Desafortunadamente, solo con el tiempo...”.