sábado, mayo 19, 2007

José Ángel espectacular

Como reza la frase ya manida, hasta no ver no creer. Llego de un viaje más o menos largo a la región Carbonífera de Coahuila y poco después me encuentro con el caos del DVR. ¿Dónde está Jorge Viesca para que explique ese desastre? ¿Por qué nadie es culpable de nada cuando se trata de obra pública mal hecha? ¿Qué país es este, Agripina? (como escribió Rulfo en “Luvina”, su famoso cuento). ¿Y qué país es este?, pregunto ahora yo, en el que sin represalia ninguna un alcalde disemina anuncios espectaculares por el estado según esto para promocionar el centenario de la ciudad que gobierna. Es una pena.
Supe que José Ángel Pérez Hernández fue muy criticado hasta por militantes de su partido cuando colocó espectaculares en el sureste del estado, pero no creía yo (hasta no ver no creer) que por toda la entidad ocurriera lo mismo. Hasta en municipios pequeños, casi inexistentes, como Nadadores o Sacramento el alcalde de Torreón ha permitido que su figura luzca sonriente ante la mirada atónita de muchos coahuilenses que de un día para otro lo vieron aparecer en el panorama urbano.
No los conté, pero casi puedo asegurar que vi más de diez en esa ruta: me llama la atención que en todos el diseño sea más o menos el mismo: con el pretexto del centenario nuestro presidente hace una invitación textual para que los fuereños nos visiten. En segundo plano una postal de nuestra ciudad (la Casa del Cerro, el Canal de la Perla, la puerta de Torreón…) y sesgado a la derecha, en primer plano, el rostro de José Ángel Pérez espectacularmente trabajado en Photoshop.
Es obvio que se trata de promoción personal en vías de colocar a nuestra autoridad en el imaginario coahuilense. Sí, es obvio, pero si es así de obvio entonces para qué diantres aprovechar, con oportunismo histórico, la efemérides torreonense que sólo debería servir para enaltecernos, no para utilizarla políticamente, como si se tratara de una cerveza o de un neumático anunciado en las carreteras.
Otro detallito, no el menos importante, está en el precio de esa estrategia autopromocional. ¿Cuánto cuesta y quién la paga? ¿El ayuntamiento? ¿El mismo JAPH? ¿Quién fiscaliza ese gasto? ¿Es correcto hacerlo cuando con toda claridad se trata de propaganda política futurista más que de difusión turística? Si el gasto sale de las arcas públicas, ¿no sería mejor invertir ese dinero en obra cultural inscrita en los festejos del centenario y no en una burda maniobra de “posicionamiento” prelectoral? Son muchas las preguntas y pocas las respuestas sobre el tema. El caso es que no aprendemos. Ni con unos ni con otros llega por fin la era del gasto racional.