viernes, diciembre 15, 2006

Pastorela federal

El afán didáctico de las pastorelas obliga a distinguir maniqueamente al bien del mal. Frente a los blancos pastorcillos que a Belén corren presurosos y que ya de tanto correr llevan los zapatos rotos, aparecen los rojísimos chamucos, seres malvados que buscan estropear el propósito de los peregrinos. Esa claridad expositiva, esa representación tajante de lo bueno y de lo perverso no se nota, es lamentable, en la representación pastorelesca que el gobierno federal ha emprendido para exhibir sus bíceps a la podredumbre narca. Creció tanto el mal, se multiplicó como paradójico pan bíblico, permeó tanto la estructura de la autoridad que ahora no creo que se distinga muy bien si lo ocurrido en Michoacán es en verdad un ataque sincero al delito o una simple escaramuza escenográfica para insinuar que el nuevo gobierno viene “fuerte”.
Sea lo que fuere, el operativo en tierras de Tata Cárdenas despierta innumerables dudas no sólo sobre su sentido, sino sobre su pertinencia y su eficacia en el mediano plazo. En cuanto al sentido, insisto que más parece una pastorela en la que el gobierno emprende la cacería de un diablo difuso nomás para emitir mensajes con dividendo mediático, que un claro afán de cerrarle la cortina al narco en aquella entidad. Sobre su pertinencia, me da la impresión de que antes de volcar la casa por la ventana en materia de recursos invertidos contra el delito, el gobierno actual debió dar señas presupuestales a favor de otros renglones, como el de la educación, rubro golpeado en todos los niveles académicos, visto el caso hoy ejemplar de la puñalada trapera que le quieren asestar a la UNAM.
Por último, y esto es lo más grave, ¿qué tan eficaz será el operativo si pensamos que es sólo un entidad la que gozará los “beneficios” de la militarización? ¿Imaginamos siquiera las intrincadas condiciones del terreno en el que se mueven los narcazos de aquel estado? No es Michoacán precisamente una planicie, y dados los recursos que ostentan los malos del film no es remoto que tengan, como Osama Bin Laden en Afganistán, escondites inaccesibles en el monte. Por otra parte, ¿cuánto tiempo podrán estar allá los efectivos del ejército? ¿Cuántos miles más se necesitarían para Chihuahua, Nuevo León, Jalisco, Baja California, Sinaloa, Tamaulipas…?
La mejor señal no debió ser la mano durísima contra el delito, pues el diablo sabe huir y hasta se mezcla con los buenos de la pastorela. Lo ideal hubiera sido demostrar que el nuevo gobierno desea en verdad romper lanzas contra un modelo económico que sólo ha traído pobreza y crimen a raudales. Eso sería más sano y eficaz, no cazar pingos a lo loco.