lunes, diciembre 11, 2006

Duopolio cómplice

Me interesa mucho tener presente este comentario de Ricardo Alemán. Lo publicó hoy en El Universal. Luego daré mi parecer, lo que pienso en torno al abyecto papel que el duopolio jugó en las elecciones:

Intocables tocados

Ricardo Alemán

Es sabido que las televisoras no reaccionan con la fuerza con que lo están haciendo si no es porque ven un peligro real a su hegemonía
A penas el 5 de diciembre pasado dijimos aquí: "Si va en serio el afán democrático" del presidente Calderón, "está obligado a contener y/o regular el formidable poder fáctico de las televisoras y la radio, ´los intocables´ de hoy". Insistimos, "no es Eliot Ness pero, si es un demócrata, está obligado a combatir a los ´intocables´, cuya mafia es el mayor peligro para la democracia".
Y contra lo que muchos suponen, contra la percepción generalizada de que el Presidente no se atreverá a romper el duopolio de la televisión y el grupo compacto de la radio, lo cierto es que son muchos los indicios de que el nuevo mandatario tiene entre sus prioridades la decisión de abrir el espectro de la televisión y la radio a nuevos canales y frecuencias que permitan el crecimiento horizontal de la industria del entretenimiento y la información.
Y una primera evidencia está ante los ojos de todos; se puede ver en los canales abiertos de Televisa y Azteca, quienes con el tamaño de su embestida contra los poderosos grupos empresariales Saba y General Electric —quienes buscan la licitación de una tercera cadena de televisión abierta en México—, muestran el tamaño de la decisión que se estaría tomando en el naciente gobierno de Felipe Calderón. La campaña contra esos grupos privados no sólo pretende debilitarlos en su credibilidad y estructuras financieras, sino enviar el mensaje al nuevo gobierno de lo que le puede pasar al que atente contra los intereses de las televisoras, ahora aliadas contra sus verdaderos enemigos comunes: la democracia y la competencia.
Por eso la pregunta de fondo en torno a la escaramuza emprendida por las televisoras contra los grupos Saba y GE no es sobre el origen o las causas del conflicto. No, las verdaderas interrogantes están más abajo: ¿por qué Saba y GE decidieron licitar una tercera cadena nacional de televisión en México? ¿Fue una mera ocurrencia? ¿Por qué en el nuevo gobierno, el de Calderón, y no en el de Fox? ¿Se trata del pago de facturas electorales? ¿Cuentan con información privilegiada? Todos saben que empresas como Saba y GE no mueven un dedo en negocios de gran alcance, si no existen posibilidades reales de concretarlos. Esos grupos "no dan paso sin huarache". Sin duda algo saben.
Pero también es sabido por todos que las televisoras no reaccionan con la fuerza con que lo están haciendo ahora Televisa y Azteca si no es porque ven un peligro real a su hegemonía mediática, a su poder político y, sobre todo, a sus jugosas ganancias. La historia ha demostrado que sólo dos variables son capaces de lograr el milagro de la unificación: negocios compartidos como el futbol y el espectáculo en general o, en caso contrario, un peligro verdadero, inminente, un enemigo común. ¿Y cual es ese enemigo? La conclusión es la misma: la democracia y la competencia.
Pero en el supuesto de que, efectivamente, el gobierno de Calderón intente romper el monopolio de los medios electrónicos, existen preguntas fundamentales cuya respuesta explicaría lo que pasa debajo de esa espesa nata en que se encubren los intereses de un puñado de familias que controlan televisión y radio. ¿Por qué el gobierno de Calderón, y no el de Fox o el de Zedillo? ¿Acaso Calderón se habría convencido de su papel de Eliot Ness en el combate a ´los intocables´? ¿No resultaría un suicidio para su gobierno?
Los estrategas mediáticos del nuevo gobierno saben bien que es prioritaria una reforma electoral que restablezca la confianza en las instituciones electorales. Pero toda reforma electoral cruza por la reglamentación del papel de la radio y la televisión en los procesos electorales. Hoy las elecciones mexicanas y los cargos de elección popular son rehenes de esos monopolios, verdaderos poderes fácticos que están por sobre los poderes del Estado. Así, las reformas electorales de tercera generación serán imposibles o inviables, si permanecen intocados esos monopolios.
Pero existe una premisa aún más importante. Un gobierno como el de Calderón, debilitado por el estrecho margen de su votación, que no tiene mayoría en el Congreso, y que está acotado por los partidos opositores, no puede estar sometido por otros poderes fácticos, como la radio y la televisión. Por un reflejo elemental de sobrevivencia, el presidente Calderón está obligado a desmontar los poderes que operan al margen y contra las instituciones, como la televisión y la radio, como condición para edificar sus reformas. Es decir, los obstáculos para el nuevo gobierno no sólo están en sus adversarios políticos, sino en poderes fácticos como los monopolios electrónicos.
Un gobierno gana o pierde no sólo en las batallas con sus opositores, sino gana o pierde en los medios, sobre todo los electrónicos. Si el presidente Calderón tiene el valor de romper esos monopolios, de estimular la competencia y la democratización en las concesiones de televisión y radio, habrá quitado uno de los más sólidos obstáculos a su gestión. ¿Tendrá el valor? Al tiempo.