domingo, octubre 29, 2006

Teoría del juniorazo II

Como Vitacilina, en la casa, en el taller y en la oficina el juniorazo tiene comportamientos que hacen de la observación etnográfica una delicia; cierto amigo lector de Ciudad Lerdo (tiene razón Manuel Núñez) me escribió para aclarar que esos comportamientos ya no tienen sólo que ver con una clase social; basta con ser trepador impenitente para imitar las caras y los gestos del cherry metrosexual contemporáneo. Otros dos amigos, Raymundo Tuda y Domingo Deras, me exigieron que siguiera el análisis de estos bichos. Los que vienen son pues algunos rasgos juniorísticos en un salón de clases de cualquier institución educativa:
1. Un apartado del examen solicita subrayar las respuestas correctas; el joven con cara de hartazgo se aproxima al profesor y le pregunta: “¿O sea cómo? ¿Subrayar has de cuenta como subrayar y ya?”
2. El joven habla ante sus cuates sobre un nuevo profesor: “O sea, sabe mil, se ve que tiene criterio, pero no sabe explicar, o sea, equis”. También se fija en rollos que otros hombres pasamos sin ver: “Además, cómo decirlo… el profe usa camisas tipo poliéster. O sea, no mames, ¡gato!”.
3. Las referencias históricas tienen su base en la televisión y en el cine: “Morelos, Morelos… ah, sí, o sea el que usaba una pañoleta como Sergio Mayer el del grupo Garibaldi”. O también: “Yo vi en una película que Napoleón no era tan chaparrito. De volada se podía subir al caballo, o sea, superjinete el güey”.
4. El juniorazo solidario se acerca al profesor para abogar por un compañero acusado injustamente de cualquier travesura: “O sea, profe, dele otra oportunidad, recuerde que el pobre tiene beca y su mamá vende menudo los domingos, no hay que ser, o sea, de hecho”.
5. El profe pregunta en dónde pueden trabajar los humanistas; no falta el fresa que levanta la mano: “En el DIF o en Cáritas, ¿no? O sea, obvio…”.
6. El profe de economía o de problemas sociales habla con pesimismo de la desigual distribución de la riqueza, pinta un panorama apocalíptico para muchos países del mundo, y no falta que algún muchacho levante la mano: “O sea, profe, con todo respeto, pero creo que no todo está tan mal, o sea, yo soy ‘positivista’ y creo que no todo está mal, de hecho”.
6. El profe pide recordar en el salón de clases a los últimos cuatro presidentes de la república; no falta el joven que la ve difícil pero de inmediato se defiende: “O sea, yo me sé pero los de Estados Unidos: Reagan, Bush, Clinton y Bush júnior… Esto lo aprendí cuando fui a mejorar mi inglés a Michigan, o sea”.
7. Ante determinada materia, no escasea el sabihondo que fastidiadísimo pregunta: “¿Y esto para qué me va a servir, o sea?”
8. Si el maestro lleva una película no hollywoodense al salón de clases, nunca faltará el comentario: “O sea, sí está suave, pero es muy lenta…”.
9. Se habla en el aula sobre marginación y desempleo, sobre crisis en la educación y analfabetismo funcional: “Profe, si los pobres le echaran ganas, les iría mejor. No se supera el que no quiere. Bill Gates no era nadie y ahora es el hombre más rico del mundo, o sea, el que quiere puede, de hecho”.
10. No abundan, pero de repente salen fresas con espíritu rebelde aunque algo extraviados en la selva de las autodefiniciones políticas: “Sí, o sea, profe, yo creo que hace falta más justicia en la tierra para acabar con la pobreza. Por eso admiro, o sea, al Che Guevara; ‘igualy’ soy reaccionario como él…”.