viernes, agosto 25, 2006

Colaboración pirateada

Mi amigo Gilberto Prado Galán publicó el domingo 20 de agosto, en el DF, una sabrosa crónica sobre el megaplantón. Sin su permiso la pirateo aquí gracias a las bondades de El Universal on line:

El plantón y la mula de seises
Gilberto Prado Galán

Tras recorrer una franja del megaplantón Reforma-Centro pude confirmar la vitalidad de nuestro espíritu de improvisación, esa inventiva al vapor que nos caracteriza y que, si me apuran, alcanzó evidencia internacional gracias a los desesperados intentos de Zaguinho por levantar la portería maltrecha en el Mundial de futbol de 1994, cuando México se rifaba el pellejo frente a Bulgaria.
Caminamos, en recorrido de turismo familiar "revolucionario", desde el Auditorio Nacional hasta el límite postrero del bosque de Chapultepec. Y las sorpresas se multiplicaron. Descubrimos que en las vertientes de las palabras y los hechos la imaginación azteca no desmaya: la sobada leyenda del voto por voto encontró en latas y botellines de agua vacíos una singular manera de manifestarse.
En Reforma la gente ríe, canta y practica un amplio abanico de actividades culturales, una gama que incluye varias disciplinas artísticas: cine, danzón, literatura, cuentos para niños, manualidades y un rosario de diversiones. En las calles se cantan goles menos aburridos que los perpetrados por los jugadores profesionales. Hombres y mujeres, en una suerte de jardín de las delicias rural, intercambiaban barajas, fichas o piezas de ajedrez. Pude advertir, sin embargo, que el entretenimiento del dominó, donde la mula de seises funge como emblema de la terquedad que demanda la resistencia civil, era el más frecuente. La moraleja analógica: la obstinada mula de seises, como si se tratase de Andrés Manuel López Obrador, debe ser defendida del estrangulamiento inminente.

Agudeza y arte de ingenio
Las argucias verbales son perla del más fecundo ingenio: Feli-pillo (sufijación creativa), "No somos violentos, pero no somos pendejos" (rima asonante), "Felipe Calderón: te creíste muy chingón, pero el pueblo es más cabrón" (rima consonante), "El respeto al recuento ajeno es la paz" (paráfrasis) y la incansable consigna del voto por voto, potenciada al máximo frente al Museo Nacional de Antropología e Historia: "Tláloc clama: gota por gota/ voto por voto/ casilla por casilla" (paralelismo). Es cierto que la postura política cambia y va desde consignas en favor de una "revolución blanca", y subrayada por la prolongación de la frase pascalina "Hay razones del corazón que la razón no entiende: voto por voto", hasta la propuesta radical cifrada en consignas tales como "Si no hay solución, revolución" o "López Obrador aguanta, el pueblo se levanta". Es además indisimulado el guiño irónico, desde el pórtico del megaplantón, donde se avisa: "Perdone las molestias que esto le ocasiona: democracia en construcción". En otro lugar se alude a la construcción del segundo piso de la democracia. Y para rematar recojo aquí esa deliciosa alusión irónica, en las casas de campaña, donde aparecen los rótulos de los hoteles, con un desparpajo e ingenio impares que llega a su extremo en esa casa que dice, en lugar de Fiesta Inn, Hotel Fiesta Innfinita. Y aquí me detengo.
La relación de los pobladores de las casas de campaña respecto de Televisa es, por decir lo menos, ambivalente y problemática. Aunque hay leyendas aquí, allá y acullá contra el emporio mediático del país, durante el recorrido me percaté que los televisores encendidos daban cuenta del aburrido cotejo entre el América y los Tigres de la Autónoma de Nuevo Léon, y esto ocurría, precisamente, en el canal vituperado. La contradicción fue más aguda al descubrir que, en un aparato donde refulgía una pegatina contra el canal 2, repasaban los goles de la disparatada liga del futbol mexicano, junto a imágenes donde denostaban a las televisoras más importantes del país (no sólo a Televisa). Alguien me dijo que veían Televisa sólo porque en ese canal se transmitía el futbol. Readapté, mediante lógica asociación mental, la frase de Uriel Waizel aplicada al Mundial de futbol, y me dije: no ver el futbol en México es, sin duda, un ayuno mediático de temple brahmánico. Y pensé resignado que eran ciertos los manidos versos de Ramón de Campoamor: "Y es que en el mundo traidor/ nada hay verdad ni mentira;/todo es según el color/ del cristal con que se mira" ("Las dos linternas").

Los voladores de Papantla
En la parte final del periplo advertí la estatua de Winston Churchil, en la calle Arquímedes, al fondo, recortado por un letrero donde se leía, ¡oh locos excesos del contraste!, "Hipódromo/Campo de Golf/ Zona hotelera" (tercer mundo elitista), y en seguida giré el rostro hacia las casas de campaña, hacia el descomunal despapaye del megaplantón histórico. Bajo las plantas del bulldog británico destacaba la leyenda: "La tierra es generosa/ Hay suficiente para todos/ Juntos vayamos adelante". Generosa es la tierra, me dije, en otros países y en otros tiempos. Y pensé que acaso AMLO había desatendido la sabiduría que entrañaba la frase del estadista inglés: "La suerte es el cuidado de los detalles".
Inusitado fue el remate. En las afueras del Museo Nacional de Antropología e Historia, justo al lado donde se llevaba a cabo la sahumación prehispánica, esa atípica limpia de energía, vi a los voladores de Papantla e imaginé que los cordeles amarillos constituían una poderosa señal: los habitantes del plantón (de)penden de la voluntad de los líderes amarillos como los voladores penden de aquellas cuerdas. Me acerqué para preguntarle a Ernesto García, el jefe de los voladores, si el espectáculo se enmarcaba en los festejos pejelagartistas. Y me dijo: nosotros estamos aquí desde marzo. ¡Ah! pensé es cierto: la resistencia puede durar años.