jueves, julio 06, 2006

Pantomima nocturna

Ya extrañaba a la Televisa de los viejos tiempos. Son ahora las 12 de la noche del 5 de julio, y el conteo parece especialmente preparado para que sea la televisión, y no los periódicos, quien anuncie antes que nadie la previsible buena nueva. No me extraña la pose embusteramente analítica de López Dóriga ni la del inefable bufón llamado Carlitos Loret de Mola, pero sí asombra que estén allí, legitimando la jornada electoral "ejemplar", un nada incisivo Ciro Gómez y una Denise Maerker más blanda que un bombón. A ninguno, como si hubieran nacido ayer, le sorprende que de la manera más natural los porcentajes fluyan como si no pasara nada, como si no hubiera una sola sospecha de fraude alrededor del proceso.
López Dóriga sabe muy bien el libreto, pero se empeña en imprimir emoción, suspense, a sus palabras. Dice que esto no es el PREP, que eso ya es pasado, que aquella medición ya no sirve ni para maldita la cosa. Tan implacable como un consejero del IFE invoca la ley, y expresa tajante que por nada deben contarse las boletas, sino las actas. Más adelante incurre en un lapsus por andar de actoral: en este momento son contados "voto tras voto".
Loret, el patético Loret, descubre el Mediterráneo: ya se contaron las actas en las entidades donde ganó el PRD, "quizá" (qué hermoso adverbio de duda) por eso, como están llegando los datos donde ganó el PAN, Calderón se acerca a López Obrador.
La payasada rebasa el efecto cómico de El privilegio de mandar: López Dóriga señala que no se atreve a adelantar vísperas, pues no se sabe cómo quedará el conteo. Es un mago del fingimiento.
¿Y el PREP? Loret dice que aquella sí era una "tendencia", y ésta no. Si era una "tendencia", debemos preguntarnos, ¿por qué AMLO no siguió la tendencia ascendente que llevaba en el PREP? Si el conteo de distritos "no es una tendencia", ¿por qué desde las dos o tres de la tarde todo tendió (muy lentamente, eso sí, para esperar a López Dóriga) a transformar a Calderón, otra vez, como en las encuestas efectistas, en el caballo que alcanza y gana.
Si el IFE defraudó, Televisa no podía quedarnos mal: otra vez, con su placer por la manipulación atávica, se convierte en dechado de entreguismo, en suma y espejo de acomodo en el poder.
Son las 12:40 ya. En la pantalla chica los periodistas se afanan por ignorar lo que muy bien conocen. Casi habíamos olvidado los viejos tiempos. Pero aquí están estos sujetos, aleccionando a la pelusa sobre la ejemplaridad de una jornada democrática impecable. Sobre el PAN ni una sospecha, nada que lo perturbe, pues cuestionar el proceso es poner en duda la muestra de civilidad que dio El Pueblo de México.
Casi a la una de la mañana del día 6, Juan Sebastián Solís, reportero, comenta el festejo panista en su sede nacional. Todo cuadra perfectamente. En unos minutos Calderón rebasará por medio punto al Peje, como quedó ajustado en el PREP. Ciro, atento, certero, no deja de insistir que todavía no hay nada seguro para nadie; le mete, así sea fallidamente, más suspenso a su crónica sobre el cierre de la carrera. Por consigna, como soldados de la información, no anticipan explícitamente el triunfo obligado de Calderón. No están allí para eso, sino para hacer creíble el dramático final del conteo, la sorpresa ya muy esperada. Es un espectáculo para la tele, la prueba incontestable que necesita Fox para que nadie persiga a sus entenados cuando concluya el sexenio.
El show alcanza un cinismo que haría palidecer de pudor al cine porno. La pizarra sólo se mueve a favor del candidato del PAN; falta el 5% por computar y uno podría apostar a su madre con la seguridad de que la tendencia que no es tendencia seguirá teniendo toda la facha de tendencia. Los conductores del programa, los reporteros, dudan todavía, y como en el cuento de Poe donde hay una carta escurridiza, jamás es dicho lo evidente, lo que está en las narices de toda la nación: Felipe, el hijo desobediente, el pecador promedio, el hombre que desafió todas las leyes del dedazo foxista, allí está ya, listo para salir a encontrarse con su Destino.
Joaquín, el "teacher", a cada diez minutos nos emociona con la pizarra. Le sigue echando ganas para imprimirle tono deportivo a sus palabras, pero cuando aparecen los porcentajes nos encontramos con una telenovela de Televisa: todos sabemos cómo terminará, irremediablemente.
Es tan grande la desfachatez que ya se antoja apurar el trago amargo de la resistencia civil. Como sea, pero este supuestamente sutil 1988 reeditado en 2006 no puede ser más diabólico. No hay tendencias, no hay arreglos, no hay enjuagues, pero de casualidad, en el último minuto, la derecha mexicana arrebata otros seis años de lucro. Por su parte, la izquierda tuvo en sus manos el metafórico poder durante un día, el 5 de julio de 2006.
¿Qué sigue? Sencillo: quemar los paquetes electorales, poner en marcha la segunda "Operación Fernández de Cevallos".

Torreón, Coahuila
6, julio, 2006, 1.30 am

Pd.1 Cómo estará la basura que hasta Héctor Aguilar Camín, proverbial salinista, con una llamada telefónica puso nervioso al pánel de Televisa. No lo dejaron ir más lejos, pero casi se atrevió a desbaratarles el teatro cuando preguntó por qué demonios lo único que se esperaba (desde hace horas) era que se apretaran los porcentajes y que al final rebasara Calderón. Esto es lo más escandaloso que he visto y oído desde el 6 de julio de 1988.

Pd. 2 ¿Qué le pasó a Woldemberg? Propongo que le hagan el antidoping.